EL US0 DEL LIBRO DE TEXTO

Las ideas acerca de los métodos para la enseñanza de la lectura se conectaron con la discusión en torno a las políticas del Consejo Nacional de Educación en torno al uso de libros de texto. Por un lado, estaban quienes argumentaban que era necesario controlar los contenidos y métodos pedagógicos usados en las escuelas. Y la importancia de superar los viejos métodos de lectura era una evidencia de ello. En contra de esta posición, otros opinaban que eso significaba violar la libertad de enseñanza.

Pero, además, se esgrimieron otros argumentos para limitar el uso de los libros de textos que giraron en torno a los temores de que el libro de texto reemplazase al docente en las clases, empeorándose la calidad de la enseñanza y favoreciéndose la fragmentación y memorización. A esto debía sumarse, el costo que representaba para la familia, o el Estado, la compra de varios libros de texto por cada niño. Esas fueron las razones esgrimidas en 1896 cuando se prohibió el uso de cualquier otro libro a excepción de los libros de lectura, en primer y segundo grado.

A lo largo de todas las décadas entre 1880 y 1910 el Consejo intervino en la definición de los libros que eran usados en las aulas. Pero los criterios fueron cambiando. En el primer concurso llamado en 1886, una comisión de especialistas seleccionaba un número limitado de libros para ser utilizados durante un período de dos o tres años. Pero a partir de 1905, el Consejo autorizaba los títulos que podían ser utilizados en las escuelas sin realizar un concurso: los maestros junto a los directores de cada escuela podían elegir los libros que preferían. Según argumentó Pablo Pizzurno esta medida fomentaba la responsabilidad y el compromiso de los docentes con su trabajo. (Educación Común en la Capital, las provincias y los Territorios Nacionales 1904-1905, 1907, pp. 54-55).

Ya en esa época había crecido el consenso renovador acerca de los métodos para enseñar a leer, el sistema educativo también se había fortalecido y existía una elite educativa con capacidades y posibilidades de incidir en las prácticas educativas en las aulas y en la opinión de maestros y directores. Estas nuevas realidades permitieron flexibilizar los criterios de selección, ampliando las facultades para decidir de los propios docentes.

 

Bibliografía específica referente a este texto

  1. Brafman, Clara, “La ciencia, lo científico y lo moderno en los libros de lectura de la escuela primera argentina” en Gvirtz, Silvina (dir.), El color de lo incoloro. Miradas para pensar la enseñanza de las ciencias, Buenos Aires: Ediciones Novedades Educativas, 2000.
  2. Braslavsky, Berta P. de, La querella de los métodos en la enseñanza de la lectura: sus fundamentos psicológicos y la renovación actual Buenos Aires: Kapelusz, 1992.
  3. Braslavsky, Berta P. De, “Para una historia de la pedagogía de la lectura en la Argentina. ¿Cómo se enseñó a leer en la Argentina? (desde 1810 hasta 1930)", en Lectura y vida. Revista Latinoamericana de Lectura, Año XVIII, Número 4, Buenos Aires, Asociación Internacional de Lectura, 1997.
  4. Brafman, Clara, “Los libros de lectura franceses en las escuelas de la ciudad de Buenos Aires 1856-1910”, pp. 65-73 en Propuesta educativa, año 7. nro 15, diciembre de 1996.
  5. Cucuzza, Héctor Rubén "Ruptura hegemónica ruptura pedagógica: La Razón de mi vida como texto escolar durante el primer peronismo", en Anuario Galego de Historia de la Educación, Número 2, Galicia, Universidad de Vigo, 1998.
  6. Wainerman, Catalina H. – Heredia, Mariana, ¿Mamá amasa la masa? Cien años de libros de lectura de la escuela primaria, Buenos Aires: Fundación Editorial de Belgrano, 1999.

 

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