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En
la primera mitad del siglo veinte, la imagen de una familia
formada por un matrimonio y sus hijos fue un ideal común
para amplios sectores de la población. Esta familia representaba
el espacio legítimo para la vida sexual, afectiva y reproductiva
dentro de los parámetros de decencia y respetabilidad
de los grupos comprometidos con el impulso de ascenso social,
los hábitos de vida promovidos por el Estado y los requisitos
del mercado. Se trató de un modelo que excluyó
otras realidades familiares muy extendidas en el país
como los hogares encabezados por mujeres y de parejas unidas
consensualmente. Los libros de lectura contribuyeron a formar
esa imagen de familia, que pautó los roles de género,
las aspiraciones y estrategias de vida de muchas generaciones. |
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