Hallazgos

El objetivo de esta sección es dar a conocer piezas de valor histórico que constituyen el fondo patrimonial de la BNM a la vez que una invitación a consultarlas.
No sólo se trata de encontrar el texto que ha quedado descansando, a la espera de una nueva consulta. También de regresar al que alguna vez ya fue interpelado a la luz de nuevas lecturas, otras preguntas, renovadas interpretaciones.

 

Consagrarse a la escuela

“Fue al comienzo de esta venturosa etapa, al entrar en posesión de su cargo escolar, cuando Herder, mozo de veinte años, radiante de entusiasmo y esperanza, en los días de júbilo en que la población entera festejaba la fecha del advenimiento al trono de la emperatriz Catalina, se levantó en la solemnidad de una sesión académica, ante las autoridades oficiales y los profesores ancianos – recordando quizá la Maestro entre los doctores del Templo-, para leer, emocionado, este discurso `De la gracia en la escuela´…”

Hoy presentamos “De la gracia en la escuela” Ca. 1934, de la colección Ciencia y Educación de Ediciones de la Lectura, publicado por la Imprenta de Caro RAgio en Madrid.

 

Noticias sobre el autor

“El cántico en el templo, los azotes en la escuela del áspero rector Grima; las libres horas de lectura y de ensueño, escondido entre las ramas de un árbol, son los recuerdos de la niñez (…) Sentíase inclinado al sacerdocio. Nacido en casa del maestro de primeras letras, a la sombra de un campanario rural, Herder había de consagrar toda su vida a la Escuela y a la Iglesia…”

Herder nació en 1744 en Konigsberg, en una casa humilde. Su padre era el sacristán y maestro elemental de la parroquia. La falta de medios económicos no fueron impedimento para que a los 18 años se matriculara en la Universidad en Teología y fuera asistente a la cátedra de Kant. Se costeó sus estudios como maestro, luego inspector y finalmente como profesor, ocupando a los 20 años el cargo de colaborador de la Escuela Catedralicia de Riga, combinando en su haber cultural los aportes de la antigua ciudad hanseática, de la civilización alemana, rusa y prusiana “en una Europa donde eran posibles grandes focos de cultura en pequeñas Cortes y minúsculos estados”

 

Itinerario de vida y profesional

“Todo el ambiente pedagógico acostumbra a ser íntimamente antiestético. Nos cuesta concebir que el verdadero maestro se parece más a un poeta que a un archivero. Y sin embargo lo primero que necesita la escuela es arte, no ese arte convencional, disecado para usos pedagógicos, sino arte sincero (…) asequible al alma del niño…”

A los 25 años Herder dejó Riga. Recorrió Francia e Italia. En Estrasburgo, trabó amistad con un estudiante de Derecho “mundano el ilustrado, vestido de seda, a la moda del clero francés”, Juan Wolfang Goethe. Esa relación influyó poderosamente en ambos, sobre todo a partir de la invitación que este le hiciera para instalarse en Weimar, especie de “corte de filósofos y artistas” en la que produjo gran parte de sus obras descollantes a la vez que renovó la segunda enseñanza, y fundó en 1788 una Escuela Normal, seminario para maestros.
Las dificultades materiales no lo abandonaron nunca, a las que se sumaron, con los años, problemas de salud, cambios de humos y divergencias políticas.

 

Desde la cátedra

“¿Quieres ser un maestro de la gracia? Sé jovial, como la infancia; puro como la inocencia; amoroso, como un padre; libre, como la verdad; fiel a tu patria”

No es extraordinaria erudición lo que necesita un maestro sino “talento, a fin de que sepa llevar las ciencias al corazón de los alumnos, de una manera fácil pero profunda; como un juego, pero con toda su plenitud”.
No se trata de aprender por aprender, con “odiosas lecciones, recitarlas y derramar en seguida sobre ellas la copa del olvido”. Mientras el estudiante no descubra un atractivo en la materia de estudio, no le va a interesar y el aprendizaje será sólo una penosa tarea.
Proponía invitar a no hacer “enfadosos sino agradables los días de tu mocedad (…) dame tu mano (…) En tu mano tienes también la dicha y la infelicidad de tu maestro.
Reclamaba confianza hacia el enseñante “para que crea que sé lo que digo, que hablo con veracidad y que solo quiero su bien” sólo posible por “el tractivo que es propio de la verdad y de la amable virtud”

Ana Diamant


Este libro puede consultarse en la Sala Americana – SA 38 – 09 - 022

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