Hallazgos

El objetivo de esta sección es dar a conocer piezas de valor histórico que constituyen el fondo patrimonial de la BNM a la vez que una invitación a consultarlas.

No solo se trata de encontrar el texto que ha quedado descansando, a la espera de una nueva consulta. También de regresar al que alguna vez ya fue interpelado a la luz de nuevas lecturas, otras preguntas, renovadas interpretaciones.


En perspectiva educativa

“Los maestros que tienen bien lograda su habilidad profesional, poseen abundantes recursos para resolver estas cuestiones cuando se plantean y, sobre todo, para afrontar las situaciones todas con claridad, franqueza y resolución”

Hoy presentamos “Cantinas y colonias escolares” escrito por Juan Comas, Inspector de Primera Enseñanza y Dionisio Correas, Maestro de Escuelas Nacionales de Madrid, publicado por la Revista Española de Pedagogía en Madrid en 1935. La Revista fue fundada en 1922 y al momento de esta publicación era dirigida por Lorenzo Luzuriaga, contando entre sus colaboradores con E. Claparede, J. Dewey, O. Decroly, W. Kilpatrick, G. Kercheteiner, A. Sluys, entre otras firmas de la producción pedagógica de la época.

 

Las cantinas

“El mero hecho de dar de comer a los alumnos necesitados podrá ser – es indudablemente – de mucha importancia desde el punto de vista benéfico-social; pero no puede quedar al margen el factor educativo, para nosotros fundamental, y sin el cual, en vez de una cantina escolar tendrìamos un comedor de calidad”

La alimentación de los niños debe acompañar tres funciones básicas: reponer energías gastadas, desarrollar el organismo y almacenar reservas. Y esto es así para todos los niños que concurren a las escuelas que prestan este servicio.
Dar de comer sólo a los necesitados, es de mucha importancia desde el punto de vista benéfico y asistencial, pero, atender en exclusividad a ellos implicaría establecer castas haciendo distinciones entre ricos y pobres cuando “precisamente ello está en contradicción con su carácter obligatorio y gratuito”, poniendo a los niños ante la experiencia “viva y tangible de las diferencias económicas que separan a los hombres en grupos antagónicos y rivales”
El funcionamiento, para que cumpla con la misión que se le asigna, deberá tener en cuenta no sólo cuestiones vinculadas al tipo de alimentación, gastos calóricos y formas de cocción.
Deberá tener en cuenta la organización de las mesas en grupos, en los cuales uno de los mayores ”hará las veces de jefe de familia con las obligaciones inherentes a tal cargo: cuidar a los compañeros, servirles la comida, hacerles las indicaciones pertinentes respecto al modo y forma de comer y comportarse en el comedor”
Habrá que designar una comisión encargada de las tareas previas a la comida, responsable de poner los manteles, la vajilla y las “servilletas numeradas con el fin de evitar de un día para el otro cambios poco higiénicos”
Un ritual especial está orientado a cómo partir y distribuir el pan, cortado por uno de los mayores, “con manopla de tela blanca que evita coger los trozos con la mano y distribuirlo en cestas, por mesas. A posteriori, cada jefe de grupo, ayudado con un tenedor, reparte el pan en su mesa sin manosearlo”
Las práctica higiénicas, especialmente de la boca, son un complemento fundamental de la tarea de la cantina. Para ello, “la construcción de un armario de poco fondo con estanterías dispuestas para recibir vasos, con lugares numerados; y dentro de cada vaso un cepillo, también numerado, no es cosa difícil ni costosa.
La participación de los niños en las cantinas escolares, supera el hecho de recibir alimentación, ayuda a regularizar la asistencia a la escuela, aumenta las horas de influencia que esta ejerce, influye sobre costumbres y formas de vida familiar, incide sobre normas y prácticas higiénicas.

 

Las colonias

“La propaganda escrita, los congresos frecuentes convocados para tratar cuestiones de educación, hicieron que todos los países, en menor o mayor grado, acometieran el ensayo de organizar colonias escolares de vacaciones”

Los dos formatos implementados a fines del S XIX proponían “colocación de niños al cuidado de familias rurales, escrupulosamente elegidas, o vida de grupos coloniales bajo la dirección de uno o varios maestros. Este último ensayo prevaleció por sus resultados educativos”
El éxito de estas experiencias se apoyó, entre otras cuestiones en la figura del maestro, al que se le exige “buena disposición para el trabajo derivada del buen funcionamiento de sus órganos vitales, de sentir plenamente la poesía de su oficio” frente el “maestro envejecido, enfermo, entregado a su profesión sin sentirla”
El concepto de colonia escolar se sostiene en el de “colectividad sujeta a un plan de vida común, para alcanzar una finalidad, que en este caso es el de la restauración de las energías físicas del niño, mediante un régimen de vida higiénica, alimenticio, tonificador, a la vez, del cuerpo y del espíritu”
La organización grupal debe trasponer algunas de las particularidades de grupo familiar, para “que sea posible conocer con facilidad las características personales de cada uno de los colonos y actuar sobre cada uno en todo momento como convenga a la finalidad educativa que se persigue”
De acuerdo a sus objetivos se podrán organizar como colonias y sanatorios escolares, sujetas a normas terapéuticas; colonias urbanas, en cercanías de las ciudades, ocupando zonas poco frecuentadas por la población adulta; colonias de altura, en sierras u otras elevación bajas; colonias marítimas, recibidas con mucha alegría por niños urbanos, de meseta y de montaña.

 

El funcionamiento

“Ya elegido el lugar de emplazamiento, debe procederse a reclutar el cuerpo colonial: maestros y niños. Es obvio señalar aquí la importancia del factor maestro. Digámoslo en su sentido más amplio; el agente educador”

Es tarea difícil la de elegir maestros para las escuelas primarias y mucho más para las colonias escolares ya que su influencia gravitará en los más variados aspectos: alimentación, sueño, aseo, ocio, temas sexuales, culturales, conviviendo en un mismo lugar niños y adultos. “Los profesores deben ser jóvenes. Jóvenes por edad y por el espíritu” ya que el dinamismo infantil es exigente y debe encauzarse con energía y con frescura, acompañando juegos, excursiones y toda otra iniciativa útil a la educación, desde los preparativos del viaje, los horarios de la colonia, la organización de los espacios, los paseos, el baño higiénico – “sin infundir miedo pero sin permitir audacias nacidas de la inconsciencia” – la redacción de un diario, la despedida cuando se ha convivido intensamente.

 

Ana Diamant

Este libro puede consultarse en la Sala Americana
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