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26 de abril: 120 años del nacimiento de Roberto Arlt

«-Está bien. Usted dice que mi novela es mala. Glusberg dice que mi novela es mala. Gleizer dice que mi novela es mala. Pero yo y mi mujer decimos que mi novela es buena. Muy buena.
Eran dos contra un regimiento.
-¡Muy buena! -repitió-. ¡Chau!
Y se retiró violentamente» [1]

La mítica escena en la que Roberto Arlt responde al rechazo de Elías Castelnuovo y la Editorial Claridad para publicar su novela La vida puerca, que después se llamaría El juguete rabioso, lo pinta de cuerpo entero. Su violenta resistencia al rechazo y el orgullo a toda prueba habla de esa “prepotencia de trabajo” que le labraría un futuro como escritor indispensable de la literatura argentina.

Roberto Emilio Godofredo Arlt nació el 26 de abril del 1900. Un rígido padre prusiano, que lo amenazaba con golpearlo al día siguiente de cometida alguna fechoría para que pasase toda la noche imaginando el castigo, y una madre húngara lo criaron en una casa en la que se hablaba alemán. Su apellido, prolífico en consonantes y de difícil pronunciación en su conjunto, no parecía tener lugar para las letras argentinas. Si la división entre los grupos literarios de Florida y Boedo es más inventada que tangible -porque son muchos los cruces y colaboraciones entre ambos-, lo cierto es que Arlt no entraba en ninguno de ellos. No había recibido una biblioteca bien nutrida de autores foráneos ni tenía una mirada piadosa sobre los pobres. Arlt se hizo solo, un autodidacta apasionado, poseedor de una desesperación por entrar que late en sus textos. Sus personajes sueñan con el batacazo, el invento mágico que los salve, que los eleve por sobre su condición.

Como escritor, esquiva las reglas del decoro, de las formas clásicas de construcción de un relato, de la ortografía más elemental y, sin embargo, a fuerza de insistir, consigue un estilo particular por fuera de los conocidos, un pulso que hace reconocible su imposibilidad de encasillarse. Es mentira que haya sido un ignorante, Sylvia Saitta ha probado el enorme bagaje cultural del que disponía Arlt que incorporaba por igual la poesía, el ensayo, la novela y los libros técnicos que le llegaban por traducciones. Sí parece cierto que su mirada era adánica, leía sin instrucciones ni método, acumulaba de una forma personal el caldo del que surge su escritura única.

Arlt buscó a su público. Se hizo periodista, ganó el cargo cuando el editor le pidió que escriba algo sobre Dios. Arlt tomó papel y lápiz y le preguntó: “¿A favor o en contra?”.  Fue contratado. Se estableció como uno de los padres del género crónica en nuestro país, las agudas observaciones de sus Aguafuertes lo hicieron ganarse el derecho a firmar con su nombre. Recorría la ciudad y extraía historias, todo le servía, cualquier costumbre vigente, cualquier personaje o caso significativo. En ocasiones, se dedicaba a analizar un tema, como su trabajo sobre Las ciencias ocultas en la Ciudad de Buenos Aires que lo llevó a visitar brujas y curanderos. Es de los primeros autores modernos nacionales, su espacio es la ciudad a la que recorre con mirada alucinada. En 1926, año fundamental para las letras argentinas, se publica Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes y El juguete rabioso, obra que Arlt consiguió publicar apadrinado por el propio Güiraldes. La primera le pone un cierre al campo, la segunda inaugura la ciudad como espacio novelístico. Su novela Los siete locos capta el clima de época que terminaría en el golpe militar de 1930 y lega algunos personajes inolvidables como Remo Erdosain, el inventor que busca crear una rosa de cobre -obsesión del propio Arlt- al tiempo que se une a una sociedad secreta conducida por El Astrólogo. Funciona en díptico con Los lanzallamas, editada en 1931, con el golpe todavía fresco y en marcha, cuando la profecía que veía Arlt se encuentra cumplida. El amor brujo, de 1932, ofrece una mirada despiadada sobre el matrimonio y la familia de principios de los 30. Sus volúmenes de cuentos incluyen, también, joyas en las que abunda el humor zumbón. Después de 1932, Arlt se dedicará al teatro. Junto con Leónidas Barletta, en el Teatro del pueblo, revolucionará también ese arte y sentará las bases de una dramaturgia para el teatro independiente nacional. Sus piezas muestran una enorme libertad para pensar el espacio y el tiempo dramático, algunas obras funcionan como enigmas.

Escritor señero de las letras nacionales, admirado y continuado por Cortázar, Piglia y Aira, entre muchos otros, es una referencia insoslayable para cualquier escritor argentino. “El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo”, supo decir Arlt. Ese futuro es ahora y es mañana, donde su vigencia para pensar la literatura y la realidad nacional es absoluta. Ese convencimiento propio y de su mujer probó ser indiscutiblemente certero. Un 26 de julio de 1942, Arlt murió en Buenos Aires. Su pluma continúa conmoviéndonos.

Los y las invitamos a disfrutar de una selección de 10 textos de Aguafuertes porteñas, ilustrados por 280 artistas. En estos textos, que Arlt publicó a modo de columna periodística en el diario Crítica entre los años 1928 y 1932,  se describen la vida cotidiana de los porteños, con temáticas y atmósferas muy variadas

[1] Castelnuovo, Elías, Memorias, Buenos Aires : Ediciones Culturales Argentinas, 1974.