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Como todo escritor, Julio Cortázar siente en la  más íntima pulsión de sus emociones,  los  sentimientos que luego moverán  sus escritos y personajes.

Como todo escritor, el destino le juega doble,  al querer alertar a la humanidad de los caminos que pueden tomar el bien y el mal, desde su ficción y la realidad. Pero esas coincidencias de pasado presente y futuro que puede percibir aquel ser humano que se construye como autobiográfico,  explora el despliegue de estas emociones y sentimientos  que pueden ser anticipatorias  y  parecen tener confluencias de atracción cósmica que se echan a rodar, en este caso,  por autopistas de libros y estantes, de bibliotecas y ciudades.

Cortázar vivió en París como estudiante y residió en la Casa Argentina en la Ciudad Universitaria de esa misma ciudad. Su halo de pipa, palabra y mirada profunda dejo rastros de ADN que fueron recogidos en la modernización de la Biblioteca que lleva su nombre, allí en la “Maison“.

En marzo del 2011, con la presencia de Aurora Bernárdez, su ex-esposa y albacea, se inauguró un espacio de lectura y consulta que lleva su nombre. Un cálido lugar  dedicado a las letras, la cultura y el pensamiento argentino, que abre  una ventana virtual de sus catálogos en la web institucional para que sus  fondos también se integren a los de todas las bibliotecas de casi doscientos países que integran la “Cité Universitaire”, y por supuesto, a cualquier usuario del mundo.

Al celebrarse el 26 de agosto los 100 años del  nacimiento de un uno de los autores más influyentes  de la literatura argentina , que cruzó los límites del cielo de la rayuela y lanzó  los cánones de la nueva literatura latinoamericana hacia la esfera universal, queremos compartir otra vez la nota realizada cuando Cortázar fue autor, libro y biblioteca en París.

 

Retrato al óleo de Cortázar realizado por la artista argentina residente en París Cristina Guiñazú

 

 

 

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