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Elsa Bornemann está considerada como una de las escritoras más importantes de la literatura infantil y juvenil de Argentina y Latinoamérica, sus textos perviven en el tiempo y no solo entre el público infantil.

Escribió cuentos, novelas, poesías, canciones, obras de teatro, antologías de cuentos tradicionales, ensayos y traducciones.

Nació el 20 de febrero de 1952 en el barrio de Parque de los Patricios, en la ciudad de Buenos Aires. Su papá, Wilhelm Karl Henri Bornemann, era un relojero alemán, experto en relojes de torres y campanarios. Su mamá, descendiente de portugueses y españoles, se llamaba Blanca Nieves Fernández. Contaba Elsy –como la llamaban los más cercanos- que en el colegio, cada vez que nombraba a su mamá, las y los compañeritos se reían y replicaban con que las suyas eran Caperucita o Cenicienta. O a lo mejor “Blancanieves” fue la marca del destino para que Elsy dedicara su vida a contar cuentos, eso sí, muy diferentes a los tradicionales.

Escribir cuentos para infancias no es cosa fácil como algunos podrían suponer. A lo mejor su maestría provino de su gran conocimiento del lenguaje: era Profesora y Doctora en Letras y sabía idiomas tan disímiles como inglés, alemán, italiano, latín y griego. Además, hizo cursos, seminarios y talleres sobre literatura infantil y juvenil.

Ejerció la docencia en todos los niveles, dictó cursos, brindó conferencias, dio talleres literarios, integró mesas redondas y jurados, habló en seminarios, congresos y ferias del libro y dio numerosas charlas en establecimientos educativos y culturales.

Prologaba muchos de sus libros con palabras dirigidas a sus pequeñas y pequeños lectores, de manera clara y tierna, sin pretensiones, sin lecciones, sin anquilosamientos, pero con mucho respeto y amorosidad, como en su “Entrada libre” al libro Disparatario:

 “Si bien el diccionario me enseñó que toda conversación, escrito o discurso lleno de disparates debe denominarse ‘dis-pa-ra-TO-rio’, me permití bautizar este libro como ‘dis-pa-ra-TA-rio’, jugando libremente con nuestra hermosísima lengua castellana, juego legítimo ya que el idioma es algo vivo, creado, recreado y enriquecido continuamente por nosotros, los hablantes del mismo. Y ustedes saben que lo vamos transformando a través de los siglos; de lo contrario, todavía lo hablaríamos y lo escribiríamos como en la época del genial Cervantes –por ejemplo- ¿no les parece?”

En 1971, con apenas 18 años, sacó su primer libro, Tinke-tinke versicuentos, que en realidad había escrito a los 14. Y, para diciembre de 1975 publicó Un elefante ocupa mucho espacio, con tan buena recepción que, en octubre de 1976, fue elegido para ser incluido en la Lista de Honor del Premio Internacional “Hans Christian Andersen” que lo recomendó como “un ejemplo sobresaliente de literatura con importancia internacional”. Esta distinción, otorgada por el IBBY (International Board on Books for Young People), convirtió a Bornemann en la primera escritora argentina que recibía este reconocimiento internacional.

Sin embargo, en octubre de 1977 Un elefante ocupa mucho espacio fue prohibido por el Decreto 3155 del Poder Ejecutivo Nacional a cargo de la Junta Militar del gobierno de facto por considerarlo uno de los “cuentos destinados al público infantil con una finalidad de adoctrinamiento que resulta preparatoria para la tarea de captación ideológica del accionar subversivo”.

Recién en 1984 el libro retornó a las librerías de Argentina.

“–¡Ya no vamos a trabajar en el circo! ¡Huelga general, decretada por nuestro delegado, el elefante!

–¿Qué disparate es este? ¡A las jaulas! –y los látigos silbadores ondularon amenazadoramente. –¡Ustedes a las jaulas! –gruñeron los orangutanes. Y allí mismo se lanzaron sobre ellos y los encerraron.

Pataleando furioso, el dueño del circo fue el que más resistencia opuso. Por fin, también él miraba correr el tiempo detrás de los barrotes. La gente que esa tarde se aglomeró delante de las boleterías, las encontró cerradas por grandes carteles que anunciaban:

CIRCO TOMADO POR LOS TRABAJADORES. HUELGA GENERAL DE ANIMALES

Entretanto, Víctor y sus compañeros trataban de adiestrar a los hombres: –¡Caminen en cuatro patas y luego salten a través de estos aros de fuego! –¡Mantengan el equilibrio apoyados sobre sus cabezas! –¡No usen las manos para comer! –¡Rebuznen! ¡Maúllen! ¡Píen! ¡Ladren! ¡Rujan!”

En 2001 dijo Elsa:

“La prohibición afectó particularmente mi relación con la existencia. En especial, debido a la gran cantidad de personas que decían apreciarme, quererme y que se borraron por completo a causa del decreto militar. Por extensión arbitraria del mismo tuve vedado el acceso a todo establecimiento de educación pública (de cualquier lugar de la Argentina y de cualquier nivel) hasta que terminó la dictadura.”

Sin embargo, pudo sacar otras publicaciones durante la década de 1970: El espejo distraído y Cuadernos de un delfín, en 1976; El libro de los chicos enamorados y Cuentos a salto de canguro, en 1977; y El último mago o Bilembambudín, en 1979.

 Entre 1976 y 1977 estuvo a cargo de la selección literaria y la dirección de dos antologías: Estudio y antología de la poesía infantil, con más de 300 poemas de autores y autoras de toda Iberoamérica, juegos, adivinanzas, trabalenguas y coplas de la tradición oral. También realizó la Antología del cuento infantil, con 50 relatos de escritoras y escritores internacionales, muchos, traducidos por ella misma. Por esa época dirigió la colección Pétalos de la Editorial Latina para difundir poesía para las infancias, aunque las y los autores no tuvieran ese propósito.

En 1981 publicó El niño envuelto y No somos irrompibles. Le siguieron Disparatario; Nada de tucanes; Lisa de los paraguas; Los grendelines y Puro ojos, entre otros.

Desde fines de la década de 1980 empezó a escribir literatura juvenil: Socorro, doce cuentos para caerse de miedo; La edad del pavo; Queridos monstruos; No hagan olas; Socorro diez; Sol de noche y Amorcitos sub-14.

Sus obras se incluyeron en antologías y textos; fueron editadas en fascículos y se publicaron en importantes diarios y revistas. Muchos de sus libros se tradujeron a otros idiomas y, algunos, al sistema braille para personas ciegas.

Su cuento Mil grullas fue incluido en el Plan Nacional de Lectura de 2011.

Muchas de sus obras se publicaron en Latinoamérica, Europa, Estados Unidos, Israel y Japón. Y recibió numerosos premios por sus libros y por su trayectoria.

En 1972 ganó la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores por El espejo distraído. En 1977 fue galardonada con el Premio San Francisco de Asís “por toda su obra en beneficio de la infancia”; en 1982 el Banco del Libro de Venezuela incluyó El libro de los chicos enamorados entre los “Diez mejores libros para niños”; en 1985 recibió el Premio Alicia Moreau de Justo por su obra literaria. En 1986 recibió una Mención Especial en el Premio Nacional de Literatura Infantil. En 1988 y 1989 respectivamente, sus libros Bilembambudín o el último mago y Disparatario fueron seleccionados para integrar la lista The White Ravens, distinción que otorga la International Jugendbibliothek de Munich, Alemania. La Fundación Konex de Argentina, le concedió el Premio Konex de Platino de Literatura Infantil en 1994 y en 2004. En 2000 recibió el Premio Edenor y Radio Clásica de Buenos Aires y, en 2006, el Pregonero de Honor. Recibió además numerosas distinciones internacionales, como las del Banco del Libro de Venezuela y de la biblioteca Internacional de la Juventud de Alemania

Elsa Bornemann falleció a sus 61 años,  el 24 de mayo de 2013.

Las y los invitamos a conocer la obra de Elsa Bornemann disponible en la Biblioteca Nacional de Maestras y Maestros.