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11 de septiembre: Recordamos el fallecimiento de Domingo F. Sarmiento

El 15 de febrero de 1811, en la provincia de San Juan, José Clemente Cecilio Quiroga Sarmiento y Paula Zoila Albarracín Irrazábal bautizaban a su hijo con el nombre de Faustino Valentín Quiroga Sarmiento. Pasaría a la posteridad como Domingo Faustino Sarmiento. El nacimiento producido nueve meses después de la Revolución de Mayo era motivo de jactancia para el prócer. Para él, era la prueba de que lo había parido el país. «Soy hijo de la patria» le gustaba afirmar.

Su vida,  plagada de lucha,  tiene como norte una fe imperecedera en un futuro  glorioso. Las quince mil páginas que constituyen, al menos en su versión actual, sus obras completas, dejan testimonio de su actividad como pedagogo, político, militar y uno de los mejores escritores del mundo en el siglo XIX.

Su mítica figura de educador, que apenas tuvo como instancia formal la escuela primaria, se sustenta en su impulso para dar forma a la Ley 1420; fundar numerosas escuelas normales, nacionales, primarias;  promover las ciencias y las artes -visible en obras como el Observatorio Astronómico de Córdoba y la Oficina Meteorológica-; crear la Ley de Bibliotecas Populares; realizar el primer censo nacional, y extender las redes ferroviarias y telegráficas, entre otros. Fomentar la curiosidad del pueblo desde la edad temprana es, también, uno de sus mandatos. Todas las escuelas sarmientinas cuentan con laboratorios y con bibliotecas.

En Paraguay, moría el 11 de septiembre de 1888. Atrás quedaba una vida apasionante que tuvo en el desarrollo de la educación un faro irrenunciable, visto como una panacea capaz de resolver los problemas más profundos de la Argentina que se proyectaba. Deja un famoso testamento que reza:

«Nacido en la pobreza, criado en la lucha por la existencia, más que mía de mi patria, endurecido a todas las fatigas, acometiendo a todo lo que creí bueno y coronada la perseverancia con el éxito, he recorrido todo lo que hay de civilizado en la Tierra y toda la escala de los honores humanos, en la modesta proporción de mi país y de mi tiempo; he sido favorecido con la estimación de muchos de los grandes hombres de la Tierra; he escrito algo bueno entre mucho indiferente; y sin fortuna, que nunca codicié porque era bagaje pesado para la incesante pugna, espero una buena muerte corporal, pues la que me vendrá en política es la que yo esperé y no deseé mejor que dejar por herencia millares en mejores condiciones intelectuales, tranquilizado nuestro país, aseguradas las instituciones y surcado de vías férreas el territorio, como cubiertos de vapores los ríos, para que todos participen del festín de la vida, del que yo gocé solo a hurtadillas».

Te invitamos a conocer las obras de Sarmiento, en texto completo, que se encuentran en nuestra Biblioteca digital.