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Desde el espacio de la vidriera de la Biblioteca Nacional de Maestros, en esta oportunidad se conmemora el Día de la Música, como cada 22 de noviembre, en recuerdo del nacimiento de Santa Cecilia, patrona de la música por haber demostrado una “atracción irresistible a los acordes melodiosos de los instrumentos“. En honor a ella el mundo entero celebra el día de la música.

En el año 1594, el Papa Gregorio XIII, nombra a Santa Cecilia patrona de la música. El espíritu sensible y apasionado de Santa Cecilia por el arte de la música la convirtió en su símbolo.

La música por definición es el arte de combinar los sonidos de la voz humana o de los instrumentos, o bien de ambos, que produzcan deleite, que conmueva, que afecte las fibras sensibles del ser humano, ya sea de forma alegre o triste.

Imagen de la vidriera del Día de la música.

La celebración tuvo su origen en Roma, en el año 1594, al crearse la Escuela del arte de los sonidos, en la misma época que Gregorio XIII reformaba el calendario en uso, el que aún utilizamos, en la misma época que Shakespeare representaba sus inmortales obras y el Renacimiento europeo se encontraba en su apogeo.

Bajo el concepto de la importancia y necesidad de la música en la vida, como ciudadanos argentinos es inmediato el vínculo con la flor que es símbolo de la vida, la flor de ceibo, flor nacional desde 1942 y en esta misma fecha se celebra el día de la flor nacional. A la flor de ceibo se la considera la flor de la vida porque es la primera planta que aparece cuando emerge una isla nueva. Luego nacerán otros vegetales, pero primero es la roja flor la que florece en ese emergente trozo de tierra.

Y con la referencia de la flor de ceibo se recuerda, en forma breve, la leyenda de Anahí:

“En tiempos de la conquista española vivía una tribu guaraní junto a las orillas del Paraná. Al mando de su cacique ofreció tenaz resistencia a los ataques blancos, hasta que fueron vencidos y muerto su jefe por un capitán español.

Su hija Anahí, llamada así por su voz dulce, dado que cantaba hermosas canciones a orillas del río, mató al capitán español y murió en la hoguera por su crimen. Su cuerpo se fue transformando en una planta de ceibo con rojas flores a medida que las llamas lo quemaban…”

 

En la vidriera se lucen los instrumentos: guitarra criolla, erhu (violín chino), violín turco y partitura.

 

 

Para compartir con los lectores en honor a la fecha por el día de la música y la flor nacional, se comparte la letra de la canción Anahí de José Osvaldo Sosa Cordero, que hace referencia a la leyenda anteriormente comentada. Una canción que también enmarca parte de la actividad docente en las aulas, espacios donde se comparten estos y otros encantadores contenidos con los niños, por ello se la elige para compartirla desde la Biblioteca Nacional de Maestros.

Anahí
Letra y música: José Osvaldo Sosa Cordero

Anahí, las arpas dolientes hoy lloran arpegios
que son para ti.
Anahí, ¿recuerdan acaso tu inmensa bravura
reina guaraní?
Anahí, indiecita fea de la voz tan dulce
como el aguaí.
Anahí, Anahí
tu raza no ha muerto, perduran sus fueros
en la flor rubí.

Defendiendo altiva tu indómita tribu
fuiste prisionera;
condenada a muerte, ya estaba tu cuerpo
envuelto en la hoguera,
y en tanto las llamas lo estaban quemando
en roja corola se fue transformando.
La noche piadosa cubrió tu dolor
y el alba asombrada
miró tu martirio hecho ceibo en flor.

Anahí, las arpas dolientes hoy lloran arpegios
que son para ti.
Anahí , recuerdan acaso tu inmensa bravura
reina guaraní.
Anahí, indiecita fea de la voz tan dulce
como el aguaí.
Anahí, Anahí
tu raza no ha muerto, perduran sus fueros
en la flor rubí.

Fuentes consultadas:

– Arena, Luis. Prado celeste: leyendas de flores. Buenos Aires: Peuser, 1944. Disponible en la Biblioteca Nacional de Maestros.

– Zorrilla, José. Leyendas y tradiciones. Buenos Aires: Kapelusz, 1959. Disponible en la Biblioteca Nacional de Maestros.

– Benavento, Gaspar L. Leyendas guaraníes y otras leyendas. Buenos Aires: La de las siete colinas, 1961. Disponible en la Biblioteca Nacional de Maestros.

 

Un pensamiento en “Santa Cecilia y Anahí”

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