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Nombrar a Berta es contar una larga historia.

La de una nena, hija de inmigrantes judíos, que pelea desde el medio rural por poder entender la cultura letrada de su tiempo.

La de una muchachita que con una medalla de oro – posiblemente destinada a otra, de otro origen social – que pensó que por ese esfuerzo realizado y por las ilusiones acumuladas iba a conseguir trabajo como maestra, pero no fue así.

La de quien accede a una suplencia por mediación del entonces inspector Pablo Pizzurno, hombre particularmente sensible a los problemas de los hijos de inmigrantes.

La de quien fue sancionada como estudiante del profesorado en Física por su militancia estudiantil.

La de quien muy joven y militante estudiantil fue sometida a una interpelación parlamentaria en la que se dijo que no era por política “sino por cosas que no se podían decir para no herir los oídos de los señores diputados”

La de quien se sobrepuso, volvió a estudiar y llegó a ser – con mucho orgullo, como ella misma dijo – profesora emérita de las universidades de La Plata y Buenos Aires, consultora de organismos internacionales, autora de múltiples publicaciones que han marcado a generaciones de educadores, desde La querella de los métodos y La escuela puede, vigentes hace más medio siglo, hasta Primeras letras y primeras lecturas y Enseñar a entender lo que se lee, casi recién salidas del horno.

La de quien ha hecho de la lucha por la alfabetización su trinchera y de la lectura un arma liberadora, para quien la democracia y los derechos humanos fueron un bien innegociable.

La de quien dejó su traza en grandes debates en la política, en las ideas y en las conciencias cuando tenían gran prestigio las experiencias pedagógicas inspiradas en las utopías sociales, desde Tolstoy hasta Makarenko.

La de quien participó en el año 1948, en Budapest del Primer Congreso Internacional de Mujeres por la paz como delegada de la Unión de Mujeres Argentinas (UMA)

La de quien cuando fue incorporada en el 2004 como miembro de número  a la Academia Nacional de Educación eligió ocupar el sillón que lleva el nombre de Rivadavia y dio cuenta de su decisión.

La de quien se reconoció como madre, como profesional, como integrante de una generación y de sus obras, nacidas de la esperanza, del compromiso, de la vida como militancia.

La de quien hasta ayer fue a la escuela y para quien ninguna batalla fue menor, ni como joven maestra ni como experimentada académica.

Desde La querella de los métodos (1962), hasta su última publicación, Adquisición inicial de la lectura y la escritura en escuelas para la diversidad (2006)  siguió impulsando para que la escuela dé la gran pelea por la lectura comprensiva, siguió denunciando que su falta es un fenómeno que preocupa tanto como el analfabetismo, siguió pregonando que hay que enseñar a leer y que aprenderlo requiere un esfuerzo, siguió haciendo propuestas pedagógicas, pensando cambios con el supuesto básico de que no hay acto educativo aislado de un contexto y que la resolución de la crisis de los procesos de aprendizaje debería ser una razón de Estado.

Nombrar a Berta es pensar en pasado, presente y futuro.

Ana Diamant

 

3 pensamientos en “Despedir a Berta Braslavsky después de 95 años…”

  1. Efectivamente, nombrar a Berta es nombrar los momentos en que la Universidad de Buenos Aires salía de la dictadura y ella volvía, corrida desde la noche de los bastones largos, a recuperar la dignidad académica de esa universidad, pero sobre todo, la dignidad humana. Es imposible olvidar su gesto y su sonrisa cálida,su humildad y su generosidad – propia de los ‘grandes’- que no perdía ni en los debates más encendidos. Fue la primera profesora que recuerdo (junto con la cátedra Colaccilli de Muro, excepción durante la dictadura) que nos ofreció sus libros, su biblioteca personal,y nos abrió las puertas de su casa. Ha dejado una huella inmborrable en muchos/as de nosotros/as. Gabriela

  2. Nombrar a Bertha es recordar nuestros momentos en la Universidad de Bs. As. donde iluminaba nuestras mentes y recobraba nuestros deseos de cambiar la realidad educativa de nuestro país, es imposible olvidar su confianza en la alfabetización como motor del desarrollo de los pueblos.Se fue una de las personas más coherentes con su ideología y la acción. Lucía

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