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Examinada desde la actualidad, la colección de manuales de la Editorial Ulrico Hoepli de Milán podría interpretarse como una curiosidad.

La lista de títulos y temas, que van de la erudición más hermética a los textos instructivos para la ejecución de oficios tradicionales como la cetrería, la orfebrería o la fabricación de perfumes, representa más que un capricho una fotografía de un momento en la historia de la mentalidad occidental. No debemos perder de vista que estos textos publicados regularmente durante un período que se extiende entre las dos últimas décadas del siglo diecinueve y las primeras del veinte, están dirigidos a un público masivo.De ahí que nos sorprenda la inclusión de obras dedicadas a la epigrafía latina, a las abreviaturas medievales, a la heráldica y a la criptografía, junto a las mencionadas más arriba dedicadas a los conocimientos prácticos.

La concepción de un universo de lectores amplio, pero al que no debe hacerse concesiones en cuanto a sus competencias, esta pensando en la construcción de un lector ideal, sofisticado, enciclopedista y pragmático. Seguramente, un artefacto modelado por la ilustración del siglo dieciocho y el auge de la divulgación científica del diecinueve. No es extraño por lo tanto, que Leopoldo Lugones haya sido un seguidor fiel de las publicaciones de la editorial milanesa. En un ejercicio de la imaginación, hasta se podría pensar que los Manuales de la Editorial Hoepli componían la colección que a Lugones le hubiera gustado editar.

Se puede conjeturar, que en las páginas de los manuales, Lugones encontró inspiración para sus ficciones, documentación para sus ensayos y algunas ideas oscuras para su biografía, como podría inferirse revisando el volumen de 1897 dedicado a los venenos y los modos de envenenarse.

 

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