Objetos para pensarla Independencia
Un territorio es un espacio físico configurado por la imaginación política y atravesado por los conflictos sociales que existen entre los actores que lo habitan. Por eso los mapas no son espejos de la naturaleza sino construcciones históricas que contribuyen a instituir un "territorio" allí donde no había más que un "espacio".
Los mapas políticos trazados durante la década revolucionaria fueron efímeros y cambiantes, como este que reproducimos que captura el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata hacia 1814. ¿Por qué pasaba esto? Porque la voluntad de auto gobierno declarada en mayo de 1810 devino hacia 1816 en voluntad de independencia y esto colocó en el centro del escenario tareas políticas muy complejas, desde llevar a cabo una guerra que iba asumiendo rasgos independentistas hasta la pregunta en torno a cómo organizar lo "común" en un territorio que ya no tenía la grilla de los tiempos del Virreinato.
Pensar "lo común" implicaba entablar una discusión sobre formas de gobierno y modos de representar la soberanía. La Liga de los Pueblos Libres, creada en 1814 y liderada por José Gervasio Artigas, proponía una confederación de los pueblos que habían recuperado la soberanía tras la crisis de la Corona. En las Provincias Unidas del Río de la Plata, en cambio, predominaba la idea de constituir un gobierno de "unidad", entendiendo por "unidad" la conformación de un poder centralizado, ya que según esta tesis, años más tarde identificada con el unitarismo, la soberanía era una e indivisible y como tal sólo podía ser representada por un gobierno de estas características.
Al Congreso de Tucumán -convocado en esta ciudad debido a las tensas relaciones entre las provincias y el poder central- asistieron diputados de Buenos Aires, Catamarca, Córdoba, Jujuy, La Rioja, Mendoza, Salta, San Juan, San Luis, Santiago del Estero y Tucumán; y también diputados del Alto Perú, en ese momento en manos de los realistas. Aunque hubo intentos para que participaran diputados por la Liga de los Pueblos Libres (Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes y las Misiones, es decir, territorio donde habían predicado los jesuitas), estas negociaciones no prosperaron y el mapa que se pudo construir, entonces, fue el de las Provincia Unidas en Suramérica. Una expresión amplia que dejaba abierta la incorporación de nuevas provincias, para imaginar nuevas cartografías tendientes a expresar y enriquecer la vida en común.
El libro Comentarios Reales, Inca Garcilaso de la Vega
Garcilaso de la Vega nació en Cuzco en 1539. Cuando cumplió los 20 años, partió a España donde vivió el resto de sus días. Alberto Flores Galindo, autor de Buscando un Inca: identidad y utopía en los Andes (1986), sugiere que estando allá, Garcilaso hizo todo lo posible para integrarse a los "vencedores", pero que sus intentos fueron siempre infructuosos. Es decir que la escritura de los Comentarios Reales, sobre el final de su vida, constituyó un modo de recuperar su infancia y aproximarse ahora sí a su propia historia, la de los "vencidos".
La escritura de su libro coincide con un momento donde las tesis de Bartolomé de las Casas sobre los indios están siendo objetadas. Varios cronistas e historiadores, como Sarmiento de Gamboa, ponen en duda la humanidad de los indios y ofrecen una visión negativa de los Incas. En el mismo tiempo, el Virrey Toledo, responsable de la ejecución de Tupac Amaru I, caracteriza a los Incas como “tiranos y usurpadores que extendieron su imperio por medio de la fuerza”. Comentarios Reales llega para poner en entredicho estas ideas contra los indios.
Comentarios Reales incluye un relato documentado que retrata a los Incas como quienes introdujeron en Cuzco la agricultura, saben negociar con otros pueblos y sólo en última instancia utilizan la guerra como forma de expansión política y territorial. Bajo la mirada de Garcilaso, el papel de los Incas en el continente americano queda emparentado con el modo en que Europa mira a la Roma imperial, como un “imperio feliz", en el caso de los Incas el Tahuantinsuyo.
El libro fue editado en 1607 y luego en 1619. Tuvo un papel central en la construcción de lo que Flores Galindo denomina la "utopía andina", esto es: la expectativa del retorno del inca para restaurar una temporalidad histórica quebrada por la Conquista. Si bien al principio no tuvo muchos lectores -cuando murió, en su biblioteca aparecieron casi la mitad de los libros de la primera edición-, durante los siglos XVII y XVIII se hicieron 17 ediciones del libro, diez en francés, cuatro en español, dos en inglés y una en alemán. Con el tiempo, además, fue leído y tomado como fuente de inspiración en obras de Miguel de Cervantes, Calderón de la Barca y hasta Voltaire. Logró, incluso, a trascender el mundo letrado para ser recitado en los ámbitos propios de la cultura oral y popular.
Por estas vías históricas y culturales, Comentarios Reales se convirtió en un libro de cabecera para grupos que aspiraban a cumplir funciones dirigentes en América e impugnaban el rol de los españoles en América entre fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, entre ellos Tupac Amaru II y Manuel Belgrano. En efecto, para quienes pensaron que la crítica al poder español implicaba recuperar una tradición histórica alternativa a la Corona, Comentario Reales se tornó un libro indispensable.
La casa histórica de Tucumán
La Casa Histórica de la Independencia , ubicada en la Provincia de Tucumán, fue sede del Congreso General Constituyente en donde el 9 de julio del año 1816 se proclamó la independencia de las Provincias Unidas en Sudamérica.
La construcción de la casa data de la década de 1760, cuando la propiedad pertenecía a una importante familia local, el matrimonio de Francisca Bazán y Miguel Laguna. Posteriormente, los hijos de esta pareja quedaron a cargo del edificio, que sufrió diversas reformas y deterioros estructurales.
El edificio es de estilo señorial, con una entrada de tipo zaguán. A los costados hay dos habitaciones conectadas con un primer patio, rodeado de habitaciones por sus cuatro costados. A continuación había tres salones principales, luego un segundo patio al que le seguían un tercer grupo de dependencias, destinadas al personal de servicio. El edificio no tenía ornamentos, con la única excepción de las molduras de las columnas salomónicas que estaban a los costados de la puerta principal.
Tras el traslado del Congreso a Buenos Aires en 1817, la casa fue destinada a otros usos, entre ellos para una imprenta del ejército. En 1839, pasó a ser propiedad de Carmen Zavalía, casada con su tío Pedro Patricio Zavalía, quienes la reconstruyeron en un estilo moderno. En 1874, fue adquirida por el gobierno nacional. Fue convertida en sede de Correos y luego se le sumó el servicio de Telégrafo y el Juzgado Federal.
En el año 1869, el fotógrafo Ángel Paganelli, a solicitud de un grupo de vecinos de Tucumán, registró el deterioro del edificio. El objetivo era revalorizarlo debido a su importancia histórica y llamar la atención de las autoridades para su conservación y preservación. Estas fotos fueron importantes cuando la casa se reconstruyó con la idea de recuperar su aspecto original.
En 1904, el gobierno la restauró pero debido a su pésimo estado tuvo que demoler gran parte de la vieja casa. La única parte que fue salvada fue el Salón de la Jura de la Independencia. La reconstrucción intentó ajustarse al máximo en cada detalle del edificio original utilizando, incluso, los mismos tipos de ladrillos, tejas y baldosas.
En 1941 fue declarada monumento histórico. En 1947, el presidente Juan Domingo Perón declaró allí la independencia económica de la Argentina, con motivo de la cancelación total de la deuda externa del país.
Actualmente, funciona como museo y es el centro tradicional de los festejos por la Declaración de la Independencia. Además, desde 1992, cada 9 de julio, la ciudad de Tucumán se convierte en capital de la República Argentina y en sede del Poder Ejecutivo Nacional. El acto, que se realiza en la Casa, cuenta con la presencia del Presidente de la Nación, el Gobernador de la Provincia de Tucumán y de sus respectivos gabinetes y comitivas e invitados especiales.
Construir lo común y elaborar un horizonte colectivo implican representar un pasado compartido y resaltar sus hechos más significativos. Sin embargo, los modos de reconstruir esos aspectos se transforman a lo largo de la historia, dando lugar a diversas memorias en conflicto. Un ejemplo de esto pueden ser los murales de bronce con bajorrelieves hechos por la escultura argentina Lola Mora (1868-1936) para la Casa de Tucumán en el contexto de su profunda remodelación encarada a principios de siglo XX.
Uno de los murales evoca la Revolución de Mayo; el otro, la jura de la proclama de la Independencia. En este último, Lola Mora introduce un anacronismo deliberado, incluye a Julio Argentino Roca entre quienes están en la sesión donde se proclama la independencia. De este modo, la acción política y militar de Roca, dos veces presidente, (hoy cuestionado por su responsabilidad en la denominada “Conquista del Desierto”), queda inscripta en la saga de las luchas por la independencia nacional. Y la independencia, a su vez, queda ubicada en línea, y no en ruptura, con la conquista española. El bronce -material sumamente resistente al paso del tiempo utilizado para los bajorrelieves- reforzaba más aún el carácter consagratorio de la figura de Roca.
¿Elegiríamos hoy estas dos escenas para representar la independencia? ¿Qué muestran y que ocultan estas esculturas según nuestros modos de evocar la independencia a doscientos años de su proclamación? La trayectoria de Lola Mora –autora, entre otras esculturas, de la Fuente de las Nereidas ubicada en la Costanera Sur de Buenos Aires o de las obras del Pasaje Juramento del Monumento a la Bandera en Rosario- no puede caracterizarse como complaciente con la opinión media de su época. Su obra fue, más bien, polémica e incómoda. Y abrió nuevos caminos para muchas artistas venideras. Tal vez por ello, desde 1998, en homenaje a su trayectoria, el día de su natalicio, el 17 de noviembre, se convirtió en el "Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas".
El contrato social, Jean Jacques Rousseau
El contrato social (1762) de Jean Jacques Rousseau (Ginebra 1712/ París 1778) fue un libro de referencia para los revolucionarios de 1810. Mariano Moreno, en especial aunque no exclusivamente, se identificó con sus ideas. De hecho, ordenó la publicación de algunos fragmentos del libro para ser leído en distintos lugares, por ejemplo, en las iglesias.
¿Qué ideas de este libro fueron apropiadas y reinterpretadas por los revolucionarios durante la década que va de 1810 a 1820? En los escritos de Moreno, la evocación de El contrato social aparecía como una de las vías para legitimar el principio de soberanía popular como fundamento del poder político, de aquí se desprendía una condena a la Corona cuyo accionar se basaba en la fuerza y la violencia.
También es de clara inspiración rousseauniana el Decreto de Supresión de Honores que Moreno dictó en calidad de Secretario de la Primera Junta y por el cual, en clara enemistad con Cornelio Saavedra, prohibía la utilización de signos de distinción para las autoridades de la Junta.
Desde el punto de vista de la argumentación política, la influencia de El Contrato Social aparece en en los escritos que Moreno publicaba en La Gaceta Mercantil. Allí, en concordancia con el libro de Rousseau, asignaba un rol central al “pacto de asociación” (son los individuos los que deciden vivir en sociedad) respecto del “pacto de sujeción” (la sociedad delega su poder al gobierno a cambio de los representantes custodien los “derechos naturales”).
La primacía del “pacto de asociación” sobre el “pacto de sujeción” tenía claras consecuencias políticas: bajo esta perspectiva, es la sociedad la que funda a los gobiernos y no a la inversa, como sostenía, por ejemplo, Thomas Hobbes cuando argumentaba que la unidad del pueblo se sostenía en la unidad del cuerpo del soberano que lo representa.
De este modo, un libro como El contrato social, al conferir primacía a la sociedad respecto de los gobiernos, permitía legitimar la siguiente idea: si los gobiernos incumplían sus responsabilidades o ejercían de forma inapropiada el poder, podían ser removidos legítimamente por la sociedad. Bajo esta argumentación quedaba abierta la posibilidad de la insurrección civil. O, en el caso de Moreno y sus seguidores, la justificación de la ruptura del vínculo colonial con la Corona. Todo esto en un contexto político donde la voluntad de autogobierno, declarada en 1810, comenzaba a transformarse en un proyecto independentista capaz de articular la libertad y la igualdad.
El acta de la independencia se firmó el 9 de julio de 1816 en un contexto sumamente complejo para el proyecto independentista, tanto en el plano internacional como local. Mientras se desarrollaba el Congreso de Tucumán, los realistas habían recuperado amplios territorios en América, entre ellos, Chile y buena parte del Alto Perú, lo que constituía una amenaza para las Provincias Unidas. En Europa, por otro lado, se asistía a la restauración de las monarquías. Y en la Banda Oriental se constataba el avance portugués desde el norte y se vivían las consecuencias del quiebre de relaciones con el centralismo de Buenos Aires. Finalmente, en el plano interno, el vínculo entre Buenos Aires y el resto de las provincias que participaban del Congreso estaba marcado por las tensiones en función de los diferentes intereses sobre el modo de organizar el nuevo gobierno.
El espíritu de la proclama se inscribe en el mandato que la mayoría de las provincias había otorgado a sus representantes en el Congreso: investir a las Provincias Unidas del "alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli". Quedaba expresamente rechazada toda fórmula intermedia que habilitara algún tipo de protectorado. Se trató, pues, de una fuerte manifestación por declarar la independencia absoluta de las Provincias Unidas respecto a la Corona Española y "de toda otra dominación extranjera", según la fórmula agregada días después en la proclama.
El acta se dio a conocer en español, en quechua y en aymará. Este gesto debe ser leído en clave política respecto de cuáles eran los pueblos que el Congreso interpelaba y aspiraba a representar y sumar al proyecto independentista. La declaración de la independencia resultó una decisión audaz, en un contexto delicado, que tuvo ecos en otros países del continente. Esa decisión hizo historia y la voluntad de autogobierno demostrada en mayo de 1810 devino, en 1816, en un proyecto político independiente.
La acción colectiva que acompañó el proceso de las luchas independentistas generó nuevas expectativas entre las clases populares y un contexto más favorable para plantear sus demandas, así como también mayor apertura para pensar la libertad y la igualdad. En ese contexto, pequeños propietarios, arrendatarios y gran cantidad de gauchos se unieron para resistir a los realistas bajo el mando de Martín Miguel de Güemes. Con escasos recursos, el caudillo libró una constante guerra defensiva, ayudado por otros caudillos como Luis Burela, José Apolinario Saravia, José Ignacio Gorriti o Pablo Latorre. En una larga serie de enfrentamientos, casi diarios, con sucesivos tiroteos seguidos de retiradas, las fuerzas de Güemes, poco disciplinadas y mal equipadas pero apoyadas por la población, hicieron mucho daño al ejército regular de invasión.
Al iniciar las sesiones del Congreso de Tucumán, Juan Martín de Pueyrredón, el Director Supremo, ordenó que el ejército del Norte se retirara hasta Tucumán y la defensa quedara a cargo de Güemes. Para esto dispone ascenderlo al grado de coronel mayor. San Martín apoyó la decisión, confirmó los valores militares y el carisma de Güemes, y le confió la custodia de la frontera Norte. En aquel tiempo escribió: "Los gauchos de Salta solos están haciendo al enemigo una guerra de recursos tan terrible que lo han obligado a desprenderse de una división con el solo objeto de extraer mulas y ganado".
Güemes (1785-1821) nació y fue criado en el seno de una familia acomodada. Hizo una carrera militar y tuvo un rol decisivo para frenar el avance español en el norte y consolidar definitivamente la independencia. Está considerado héroe nacional y protagonista de la gesta conocida como la "guerra gaucha". Murió el 17 de junio de 1821 en la Cañada de la Horqueta. El 22 de julio sus gauchos, liderados por el coronel José Antonio Fernández Cornejo, derrotaron a "Barbarucho" Valdés y expulsaron para siempre a los españoles de Salta.
En ocasión de los doscientos años de la independencia, el 17 de junio fue incorporado como feriado al calendario oficial en conmemoración de su figura.