Cuatro conceptos
para pensar la Independencia

Antes de pasar a los cuatro conceptos para abordar la Independencia, proponemos repasar brevemente qué sucedió el 9 de julio de 1816. En ese año convergen dos hechos destacados: la declaración de la Independencia de un nuevo país, hoy llamado Argentina y la organización final del plan de guerra de José de San Martín, que garantizaría la independencia y llevaría el triunfo de los revolucionarios más allá de las Provincias Unidas.

El contexto internacional era sumamente complejo. Para 1816, España se había liberado de los franceses, el Rey Fernando VII había vuelto al trono y se predisponía a recuperar los territorios americanos que estaban en manos de los revolucionarios. Así, el ejército realista comenzó a avanzar victoriosamente por toda la región derrotando a buena parte de los movimientos independentistas americanos.

En aquel escenario, las Provincias Unidas se reunieron en un congreso para decidir qué hacer ante esta crítica situación. El Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas en Sudamérica sesionó en San Miguel de Tucumán para limar asperezas entre Buenos Aires y las provincias cuyas relaciones estaban deterioradas. Cada provincia eligió un diputado cada 15.000 habitantes.

El lugar elegido para el Congreso fue la casa de una importante familia local, la de Francisca Bazán. Según muestra el afiche, los cambios que sufrió esta casa histórica, actual Museo, permiten pensar en los modos en que un pueblo recuerda su pasado y construye su memoria en distintos momentos de la historia.

Las sesiones se iniciaron el 24 de marzo de 1816 con la presencia de 33 diputados de diferentes provincias de un territorio bien diferente a lo que hoy es Argentina. Por ejemplo: Charcas, hoy parte de Bolivia, envió un representante. En cambio, Entre Ríos, Corrientes y Santa Fé no participaron del Congreso porque estaban enfrentadas con Buenos Aires y en ese entonces integraban la Liga de los Pueblos Libres junto con la Banda Oriental, bajo el mando del Gral. José Gervasio Artigas.

Lo fundamental del congreso fue que el 9 de julio de 1816 los representantes de las provincias firmaron la declaración de la Independencia de las Provincias Unidas en Sudamérica y la afirmación de la voluntad de “investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”, a lo que luego se añadió “y de toda otra dominación extranjera”. De este modo, desde el proceso político iniciado en 1810 con la Revolución de Mayo, se asumió por primera vez una manifiesta voluntad de emancipación.


El Acta de la Independencia está precedida por una descripción del ánimo de los constituyentes a la hora de proclamarla: “Era universal, constante y decidido el clamor del territorio por su emancipación solemne del poder despótico de los reyes de España”.

La “emancipación” es una categoría destacada para pensar la independencia. En el marco de las filosofías del iluminismo, muchas de ellas inspiradoras de diversos movimientos independentistas, la “emancipación” era concebida como la instancia en que un sujeto adquiere la “mayoría de edad”, pero ya no sólo en el ámbito de lo “doméstico” o en el mundo privado, sino en la vida social, política e histórica. La independencia, concebida como “emancipación”, aparece así como el deseo social de vivir sin tutela.

Uno de los libros que circulaban entre los revolucionarios, El contrato social de J. J. Rousseau, planteaba en sus primeras páginas justamente el problema de la emancipación con una pregunta recogida en este afiche: ¿por qué si el hombre es libre se halla por todas partes encadenado?

Distintas tradiciones pedagógicas y educativas en nuestro país –y en el continente americano- consideran que la “emancipación” es un objetivo fundamental de todo proceso educativo. Para algunas, sobre todo aquellas inspiradas en variantes del iluminismo, no hay emancipación sin la transmisión de saberes y valores tendientes a la construcción de una ciudadanía responsable; otras identifican la “emancipación” con el despliegue de los propios saberes y valores que conforman la cultura popular.

En la medida que manifiesta el deseo social de vivir sin tutelajes, la emancipación forma parte constitutiva del horizonte utópico de las actuales sociedades democráticas. Si en 1816 los congresales reclamaban al mundo el reconocimiento de un nuevo “sujeto político”, en la actualidad distintos grupos sociales -desde los movimientos feministas a los inmigrantes, de los jóvenes a los pueblos originarios- en el acto mismo de peticionar por sus derechos, exigen ser reconocidos como “sujetos”.

Concepto A:

EMANCIPACION


En el lugar donde el régimen colonial ubicaba al Rey, el Himno Nacional de la Asamblea del año 1813 enarbolaba otro principio, el de la “noble igualdad”. Ahora bien: ¿De qué modo las luchas independentistas impactaron en la vida de quienes se enrolaron en sus filas? ¿Cómo la independencia contribuyó a avanzar en pos de la “igualdad”?

Con avances y retrocesos, el proceso político que condujo a la independencia posibilitó nuevos cursos de acción colectiva que generaron un nuevo horizonte para pensar la libertad y la igualdad. Los americanos descendientes de españoles pudieron expresar un deseo de reconocimiento hasta allí denegado por la Corona española, que se tradujo en el acceso a cargos y funciones públicas. Para las clases populares, la independencia generó un contexto más favorable para plantear sus demandas, brindó algunas oportunidades de ascenso social antes desconocidas y, en ciertos aspectos, abrió la posibilidad de desafiar a las jerarquías sociales existentes.

También para los esclavos el proceso independentista produjo algunos cambios. En 1812 se prohibió su tráfico y un año después, la Asamblea Constituyente proclamó la “libertad de vientres” por lo cual se declaró libres a los hijos de esclavas. Otra vía para conseguir la libertad era incorporarse a los ejércitos independentistas. Hasta ese entonces, un esclavo sólo podía conseguir su libertad comprándola a su amo o por medio de una decisión de éste, algo bastante infrecuente.

De este modo, muchos esclavos se sumaron a los ejércitos como libertos –una situación intermedia entre la esclavitud y la libertad-, bajo la promesa de que ganarían su libertad culminada la guerra. Se estima que el 30 % del ejército que cruzó los Andes bajo las órdenes de San Martín -el total de hombres reclutados fue superior a 5000- estaba integrado por esclavos, que pasaron de este modo a ser libertos.

A su vez, en los casos donde el pago de salario era regular, se generaron las condiciones para el ascenso social de los plebeyos, entre ellos, los morenos, los zambos (hijos de morenos e indígenas), los pardos (hijos de blancos y morenos) y los mestizos (hijos de blancos e indígenas).

En definitiva, la Revolución y la Independencia tuvieron dos dimensiones bien claras para las clases populares: la promesa de la libertad, por un lado, y la participación en el campo de batalla, por otro, lo que significaba un enorme costo físico e, incluso, la propia muerte. Los cielitos de la época, poesías populares que se transmitían oralmente, reflejaron estas dos caras de la Revolución para las clases populares.

La incorporación de las masas al ejército y a las montoneras implicó la puesta en cuestión de algunas jerarquías sociales existentes. Esta situación se dio, con diferentes matices, en distintas regiones del Río de la Plata.

En el litoral, hacia 1815 Artigas proclamó la confiscación de bienes de los “malos europeos y peores americanos”, lo que dio lugar a una incipiente repartición de tierras para la tropa, integrada en su enorme mayoría por clases populares, los gauchos. El igualitarismo quedó expresado en una frase que hizo historia y que surgió del seno de este movimiento: “¿Por qué naides más que naides ha de ser más superior?”.

En Salta, y bajo la protección de Güemes -cuya figura aparece especialmente subrayada en el afiche- los pequeños propietarios de tierras que formaban parte de su ejército reafirmaron su tenencia frente a los grandes terratenientes; algunos arrenderos tuvieron la posibilidad de acceder por primera vez a la propiedad; y los gauchos pudieron conseguir ganado y aspirar a reclamar una propiedad en premio a la lucha, en aquel contexto sus demandas fueron, al menos, escuchadas.

En síntesis, el proceso independentista generó nuevas expectativas entre las clases populares, de modo que, tal como afirma el historiador Gabriel di Meglio, “para los esclavos fue un horizonte de libertad […]; para los artiguistas pudo incluir la aspiración a la tierra; los gauchos salteños y jujeños le dieron un sentido que incluía las nociones de igualdad ante la ley y abolición de las diferencias étnicas; en Buenos Aires implicó el ascenso simbólico de la plebe. Haber servido a la patria permitía pedir en su nombre por pagos atrasados, permisos, o ‘derechos incumplidos’”.

Concepto B:

IGUALDAD


El Congreso Constituyente reunido en Tucumán en 1816 tenía dos grandes objetivos: declarar la Independencia de las Provincias Unidas y sancionar una Constitución con el fin de organizar jurídica y políticamente al territorio independizado. Ninguna de las dos tareas resultaba sencilla.

Como vimos, la Declaración de la Independencia se realizó en un contexto sumamente adverso, con el avance de las tropas realistas en el continente americano. De ahí el reclamo de San Martín -que estaba organizando en Cuyo al Ejército que luego cruzaría Los Andes para vencer a los realistas en Chile y Perú- para que los congresales declararan con urgencia la Independencia. Una realidad externa tan apremiante requería una manifiesta y rotunda voluntad de emancipación.

La situación no era menos conflictiva en el plano interno. De hecho, el lema que inspiraba a la voluntad de sancionar una Constitución por parte del Congreso de Tucumán era “Fin de la revolución, principio del orden”, una consigna lo suficientemente indicativa de que el proceso revolucionario iniciado en 1810 había dado lugar a fuertes tensiones internas. De hecho, las provincias del litoral (Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, como así también la Banda Oriental, miembros de la Liga de los Pueblos Libres liderada por José Gervasio Artigas) no participaron del Congreso de Tucumán, puesto que desde 1813 estaban enfrentadas con poder central instituido en Buenos Aires. Las relaciones entre Buenos Aires y el interior tampoco atravesaban su mejor momento y la situación de la economía era sumamente crítica, dado que la guerra demandaba enormes recursos.

A pesar de estas condiciones, los congresales se animaron a dar un paso que hasta allí no había dado el elenco revolucionario: declarar la Independencia, tal como muestra el friso de Lola Mora que aparece en el afiche. Hasta 1816, se habían barajado distintas opciones frente a España, desde conservar un grado de autonomía importante sin declarar la independencia, someterse al Emperador francés e incluso formar parte del Imperio británico. Sin embargo, primó en Tucumán declarar la Independencia absoluta de la Corona española, acorde con el mandato que la mayoría de las provincias había conferido a sus congresales. Esta idea había sido planteada por José Gervasio Artigas en la Asamblea de 1813 y, en el grupo de los “morenistas”, era defendida por Bernardo José Monteagudo.

El otro gran objetivo del Congreso, que generaba tensiones entre los diputados, fue la posibilidad de sancionar una Constitución, que recién se logra hacia 1819, pero con resistencias y fuertes rechazos por gran parte de las provincias. En rigor, el debate por la Constitución planteaba discusiones de fondo, dramáticas en este período: ¿Cuál es el depositario último de la soberanía? ¿Quiénes poseen autoridad política y bajo qué forma de gobierno?

Estos interrogantes suscitaban dos tipos de respuesta. Por un lado, un sector importante del gobierno de Buenos Aires favorecía la organización de un Estado central que tuviera sede justamente en la ciudad de Buenos Aires, de hecho desde 1817 el Congreso se trasladó a esta ciudad. Bajo esta postura, distintos “pueblos” -que entre la década del diez y del veinte pasarían a ser “provincias”- serían políticamente reconocidos como distritos con algún grado de autonomía en las decisiones locales, pero siempre bajo la égida de este poder centralizado. Lo distintivo de esta postura era que, al concebir a la soberanía como una e indivisible, sólo un gobierno centralizado podría representar con justeza estos atributos.

En conflicto con la idea de un gobierno central, la propuesta de José Gervasio Artigas en la Asamblea del Año XIII fue ganando terreno a lo largo de estos años. Esta postura proponía una asociación entre los pueblos interiores previamente declarados soberanos. Artigas, por ejemplo, defendía la tesis de que la soberanía podía estar segmentada y colocaba en pie de igualdad a todas las ciudades y sus campañas como sujetos de derechos soberanos. Se trataba, pues, de una organización “confederacionista”.

Los mapas de la época, uno de los cuales incluimos en este afiche, dan cuenta, a través de los distintos trazados, de estas diferentes ideas de organización política. Construir “lo común”, esto es, elaborar conjuntamente las razones que hacen posible que formemos parte de una misma comunidad, construir un horizonte compartido –con coincidencias pero también discusiones- de preocupaciones públicas, no es una tarea sencilla. Lo común nunca está dado de antemano y supone siempre un ejercicio de construcción colectiva, sobre todo, en situaciones críticas, como las que atravesaron los congresales al declarar la Independencia.

Concepto C:

LO COMUN


En los distintos países del continente la independencia fue legitimada en términos de lo que el filósofo argentino Dardo Scavino llama la “narración americana”, una historia que convocaba a participar no sólo a los descendientes de españoles, sino también a los pueblos originarios. En esta narración, la Independencia quedaba definida como un acto de reparación histórica ante el “poder despótico” –de este modo lo define la propia Acta de la Independencia que ocupa el centro de este afiche- ejercido por la corona española. Alguna de las variantes de esta “narración americana”, que se expandió por todo el continente, como la “Carta a Jamaica” de Simón Bolívar, incluían también una fuerte condena a la violencia de la “Conquista” española.

En el contexto de las guerras de la Independencia, los revolucionarios buscaron interpelar a distintos actores sociales, y de manera especial a los pueblos originarios, sobre todo a los que vivían en el Alto Perú. Ciertamente, con el objetivo de incorporarlos a los ejércitos de la independencia, pero también con la convicción de que los indígenas representaban el grupo social que había sido eminentemente objeto de la violencia ejercida por la Corona española desde la conquista. Es célebre en este sentido la Proclama de Tihuanaco, en donde Castelli sostuvo la igualdad entre todos los hombres, indígenas y criollos: “los indios son y deben ser reputados, con igual opción, que los demás habitantes nacionales a todos los cargos, empleos, destinos, honores y distinciones por la igualdad de derechos de ciudadanos, sin otra diferencia que la que presta el mérito y aptitud”. Esta postura generó fuertes tensiones con la elite local.

En esa misma línea, e inspirado en un libro de referencia del grupo dirigente de la revolución, Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega (cuya tapa incluimos en el afiche), fue Manuel Belgrano quien propuso a los constituyentes instituir para las Provincias Unidas una monarquía constitucional incaica. Belgrano percibía que la monarquía estaba recuperando posiciones en Europa, de modo tal que la adopción de otra forma de gobierno, según su razonamiento, podía afectar el reconocimiento y la aceptación de las naciones europeas y del papado. Se trataba de una monarquía constitucional, es decir, moderada, donde sólo el Ejecutivo fuera decidido por linaje real, a diferencia del esquema absolutista impugnado por los revolucionarios. En palabras de Belgrano, su propuesta sostenía que “la forma conveniente para estas provincias, sería la de una monarquía temperada; llamando la dinastía de los incas por la justicia que en sí envuelve la restitución de esta casa tan inicuamente despojada del trono”. De todos modos, la marca más rotunda del intento por incorporar a los pueblos originarios residió en la edición en quechua y en aymara del acta de la independencia. La ausencia, empero, de otras lenguas indígenas, da cuenta de los límites de este proyecto e indican con qué pueblos originarios los independentistas no lograron –y en algunos casos ni se propusieron- establecer alianzas.

Como sea, estas marcas, interpelaciones y referencias a los pueblos originarios se fueron eclipsando en las distintas reinterpretaciones que se ofrecieron desde mediados del siglo XIX sobre el proceso revolucionario y la declaración de la independencia. La “narración americana”, esa que construyeron quienes encararon la independencia, y que buscaba ampliar las bases de sustentación de este proyecto, devino así en una “épica criolla”, es decir, en un relato que asignaba a los americanos descendientes de españoles, los “criollos”, el protagonismo casi exclusivo en las luchas de la emancipación.

La interculturalidad define un horizonte educativo basado en el reconocimiento de las múltiples culturas que constituyen nuestro país, un reconocimiento basado en la idea de que ninguna cultura es superior a otra y que el diálogo intercultural es un trabajo colectivo que enriquece los horizontes de sentidos disponibles de una nación. En ese sentido, resulta interesante recordar cómo los independentistas, al designarse como “americanos”, evocaban a una multiplicidad de experiencias culturales que contribuyeron a la emancipación.

Concepto D:

INTERCULTURALIDAD

Objetos para pensar
la Independencia

Un mapa

Un territorio es un espacio físico configurado por la imaginación política y atravesado por los conflictos sociales que existen entre los actores que lo habitan. Por eso los mapas no son espejos de la naturaleza sino construcciones históricas que contribuyen a instituir un "territorio" allí donde no había más que un "espacio".

Los mapas políticos trazados durante la década revolucionaria fueron efímeros y cambiantes, como este que reproducimos que captura el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata hacia 1814. ¿Por qué pasaba esto? Porque la voluntad de auto gobierno declarada en mayo de 1810 devino hacia 1816 en voluntad de independencia y esto colocó en el centro del escenario tareas políticas muy complejas, desde llevar a cabo una guerra que iba asumiendo rasgos independentistas hasta la pregunta en torno a cómo organizar lo "común" en un territorio que ya no tenía la grilla de los tiempos del Virreinato.

Pensar "lo común" implicaba entablar una discusión sobre formas de gobierno y modos de representar la soberanía. La Liga de los Pueblos Libres, creada en 1814 y liderada por José Gervasio Artigas, proponía una confederación de los pueblos que habían recuperado la soberanía tras la crisis de la Corona. En las Provincias Unidas del Río de la Plata, en cambio, predominaba la idea de constituir un gobierno de "unidad", entendiendo por "unidad" la conformación de un poder centralizado, ya que según esta tesis, años más tarde identificada con el unitarismo, la soberanía era una e indivisible y como tal sólo podía ser representada por un gobierno de estas características.

Al Congreso de Tucumán -convocado en esta ciudad debido a las tensas relaciones entre las provincias y el poder central- asistieron diputados de Buenos Aires, Catamarca, Córdoba, Jujuy, La Rioja, Mendoza, Salta, San Juan, San Luis, Santiago del Estero y Tucumán; y también diputados del Alto Perú, en ese momento en manos de los realistas. Aunque hubo intentos para que participaran diputados por la Liga de los Pueblos Libres (Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes y las Misiones, es decir, territorio donde habían predicado los jesuitas), estas negociaciones no prosperaron y el mapa que se pudo construir, entonces, fue el de las Provincia Unidas en Suramérica. Una expresión amplia que dejaba abierta la incorporación de nuevas provincias, para imaginar nuevas cartografías tendientes a expresar y enriquecer la vida en común.

El libro Comentarios Reales, Inca Garcilaso de la Vega

Garcilaso de la Vega nació en Cuzco en 1539. Cuando cumplió los 20 años, partió a España donde vivió el resto de sus días. Alberto Flores Galindo, autor de Buscando un Inca: identidad y utopía en los Andes (1986), sugiere que estando allá, Garcilaso hizo todo lo posible para integrarse a los "vencedores", pero que sus intentos fueron siempre infructuosos. Es decir que la escritura de los Comentarios Reales, sobre el final de su vida, constituyó un modo de recuperar su infancia y aproximarse ahora sí a su propia historia, la de los "vencidos".

La escritura de su libro coincide con un momento donde las tesis de Bartolomé de las Casas sobre los indios están siendo objetadas. Varios cronistas e historiadores, como Sarmiento de Gamboa, ponen en duda la humanidad de los indios y ofrecen una visión negativa de los Incas. En el mismo tiempo, el Virrey Toledo, responsable de la ejecución de Tupac Amaru I, caracteriza a los Incas como “tiranos y usurpadores que extendieron su imperio por medio de la fuerza”. Comentarios Reales llega para poner en entredicho estas ideas contra los indios.

Comentarios Reales incluye un relato documentado que retrata a los Incas como quienes introdujeron en Cuzco la agricultura, saben negociar con otros pueblos y sólo en última instancia utilizan la guerra como forma de expansión política y territorial. Bajo la mirada de Garcilaso, el papel de los Incas en el continente americano queda emparentado con el modo en que Europa mira a la Roma imperial, como un “imperio feliz", en el caso de los Incas el Tahuantinsuyo.

El libro fue editado en 1607 y luego en 1619. Tuvo un papel central en la construcción de lo que Flores Galindo denomina la "utopía andina", esto es: la expectativa del retorno del inca para restaurar una temporalidad histórica quebrada por la Conquista. Si bien al principio no tuvo muchos lectores -cuando murió, en su biblioteca aparecieron casi la mitad de los libros de la primera edición-, durante los siglos XVII y XVIII se hicieron 17 ediciones del libro, diez en francés, cuatro en español, dos en inglés y una en alemán. Con el tiempo, además, fue leído y tomado como fuente de inspiración en obras de Miguel de Cervantes, Calderón de la Barca y hasta Voltaire. Logró, incluso, a trascender el mundo letrado para ser recitado en los ámbitos propios de la cultura oral y popular.

Por estas vías históricas y culturales, Comentarios Reales se convirtió en un libro de cabecera para grupos que aspiraban a cumplir funciones dirigentes en América e impugnaban el rol de los españoles en América entre fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, entre ellos Tupac Amaru II y Manuel Belgrano. En efecto, para quienes pensaron que la crítica al poder español implicaba recuperar una tradición histórica alternativa a la Corona, Comentario Reales se tornó un libro indispensable.

La casa histórica de Tucumán

La Casa Histórica de la Independencia , ubicada en la Provincia de Tucumán, fue sede del Congreso General Constituyente en donde el 9 de julio del año 1816 se proclamó la independencia de las Provincias Unidas en Sudamérica.

La construcción de la casa data de la década de 1760, cuando la propiedad pertenecía a una importante familia local, el matrimonio de Francisca Bazán y Miguel Laguna. Posteriormente, los hijos de esta pareja quedaron a cargo del edificio, que sufrió diversas reformas y deterioros estructurales.

El edificio es de estilo señorial, con una entrada de tipo zaguán. A los costados hay dos habitaciones conectadas con un primer patio, rodeado de habitaciones por sus cuatro costados. A continuación había tres salones principales, luego un segundo patio al que le seguían un tercer grupo de dependencias, destinadas al personal de servicio. El edificio no tenía ornamentos, con la única excepción de las molduras de las columnas salomónicas que estaban a los costados de la puerta principal.

Tras el traslado del Congreso a Buenos Aires en 1817, la casa fue destinada a otros usos, entre ellos para una imprenta del ejército. En 1839, pasó a ser propiedad de Carmen Zavalía, casada con su tío Pedro Patricio Zavalía, quienes la reconstruyeron en un estilo moderno. En 1874, fue adquirida por el gobierno nacional. Fue convertida en sede de Correos y luego se le sumó el servicio de Telégrafo y el Juzgado Federal.

En el año 1869, el fotógrafo Ángel Paganelli, a solicitud de un grupo de vecinos de Tucumán, registró el deterioro del edificio. El objetivo era revalorizarlo debido a su importancia histórica y llamar la atención de las autoridades para su conservación y preservación. Estas fotos fueron importantes cuando la casa se reconstruyó con la idea de recuperar su aspecto original.

En 1904, el gobierno la restauró pero debido a su pésimo estado tuvo que demoler gran parte de la vieja casa. La única parte que fue salvada fue el Salón de la Jura de la Independencia. La reconstrucción intentó ajustarse al máximo en cada detalle del edificio original utilizando, incluso, los mismos tipos de ladrillos, tejas y baldosas.

En 1941 fue declarada monumento histórico. En 1947, el presidente Juan Domingo Perón declaró allí la independencia económica de la Argentina, con motivo de la cancelación total de la deuda externa del país.

Actualmente, funciona como museo y es el centro tradicional de los festejos por la Declaración de la Independencia. Además, desde 1992, cada 9 de julio, la ciudad de Tucumán se convierte en capital de la República Argentina y en sede del Poder Ejecutivo Nacional. El acto, que se realiza en la Casa, cuenta con la presencia del Presidente de la Nación, el Gobernador de la Provincia de Tucumán y de sus respectivos gabinetes y comitivas e invitados especiales.

Los frisos de Lola Mora

Construir lo común y elaborar un horizonte colectivo implican representar un pasado compartido y resaltar sus hechos más significativos. Sin embargo, los modos de reconstruir esos aspectos se transforman a lo largo de la historia, dando lugar a diversas memorias en conflicto. Un ejemplo de esto pueden ser los murales de bronce con bajorrelieves hechos por la escultura argentina Lola Mora (1868-1936) para la Casa de Tucumán en el contexto de su profunda remodelación encarada a principios de siglo XX.

Uno de los murales evoca la Revolución de Mayo; el otro, la jura de la proclama de la Independencia. En este último, Lola Mora introduce un anacronismo deliberado, incluye a Julio Argentino Roca entre quienes están en la sesión donde se proclama la independencia. De este modo, la acción política y militar de Roca, dos veces presidente, (hoy cuestionado por su responsabilidad en la denominada “Conquista del Desierto”), queda inscripta en la saga de las luchas por la independencia nacional. Y la independencia, a su vez, queda ubicada en línea, y no en ruptura, con la conquista española. El bronce -material sumamente resistente al paso del tiempo utilizado para los bajorrelieves- reforzaba más aún el carácter consagratorio de la figura de Roca.

¿Elegiríamos hoy estas dos escenas para representar la independencia? ¿Qué muestran y que ocultan estas esculturas según nuestros modos de evocar la independencia a doscientos años de su proclamación? La trayectoria de Lola Mora –autora, entre otras esculturas, de la Fuente de las Nereidas ubicada en la Costanera Sur de Buenos Aires o de las obras del Pasaje Juramento del Monumento a la Bandera en Rosario- no puede caracterizarse como complaciente con la opinión media de su época. Su obra fue, más bien, polémica e incómoda. Y abrió nuevos caminos para muchas artistas venideras. Tal vez por ello, desde 1998, en homenaje a su trayectoria, el día de su natalicio, el 17 de noviembre, se convirtió en el "Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas".

El contrato social, Jean Jacques Rousseau

El contrato social (1762) de Jean Jacques Rousseau (Ginebra 1712/ París 1778) fue un libro de referencia para los revolucionarios de 1810. Mariano Moreno, en especial aunque no exclusivamente, se identificó con sus ideas. De hecho, ordenó la publicación de algunos fragmentos del libro para ser leído en distintos lugares, por ejemplo, en las iglesias.

¿Qué ideas de este libro fueron apropiadas y reinterpretadas por los revolucionarios durante la década que va de 1810 a 1820? En los escritos de Moreno, la evocación de El contrato social aparecía como una de las vías para legitimar el principio de soberanía popular como fundamento del poder político, de aquí se desprendía una condena a la Corona cuyo accionar se basaba en la fuerza y la violencia.

También es de clara inspiración rousseauniana el Decreto de Supresión de Honores que Moreno dictó en calidad de Secretario de la Primera Junta y por el cual, en clara enemistad con Cornelio Saavedra, prohibía la utilización de signos de distinción para las autoridades de la Junta.

Desde el punto de vista de la argumentación política, la influencia de El Contrato Social aparece en en los escritos que Moreno publicaba en La Gaceta Mercantil. Allí, en concordancia con el libro de Rousseau, asignaba un rol central al “pacto de asociación” (son los individuos los que deciden vivir en sociedad) respecto del “pacto de sujeción” (la sociedad delega su poder al gobierno a cambio de los representantes custodien los “derechos naturales”).

La primacía del “pacto de asociación” sobre el “pacto de sujeción” tenía claras consecuencias políticas: bajo esta perspectiva, es la sociedad la que funda a los gobiernos y no a la inversa, como sostenía, por ejemplo, Thomas Hobbes cuando argumentaba que la unidad del pueblo se sostenía en la unidad del cuerpo del soberano que lo representa.

De este modo, un libro como El contrato social, al conferir primacía a la sociedad respecto de los gobiernos, permitía legitimar la siguiente idea: si los gobiernos incumplían sus responsabilidades o ejercían de forma inapropiada el poder, podían ser removidos legítimamente por la sociedad. Bajo esta argumentación quedaba abierta la posibilidad de la insurrección civil. O, en el caso de Moreno y sus seguidores, la justificación de la ruptura del vínculo colonial con la Corona. Todo esto en un contexto político donde la voluntad de autogobierno, declarada en 1810, comenzaba a transformarse en un proyecto independentista capaz de articular la libertad y la igualdad.

La proclama

El acta de la independencia se firmó el 9 de julio de 1816 en un contexto sumamente complejo para el proyecto independentista, tanto en el plano internacional como local. Mientras se desarrollaba el Congreso de Tucumán, los realistas habían recuperado amplios territorios en América, entre ellos, Chile y buena parte del Alto Perú, lo que constituía una amenaza para las Provincias Unidas. En Europa, por otro lado, se asistía a la restauración de las monarquías. Y en la Banda Oriental se constataba el avance portugués desde el norte y se vivían las consecuencias del quiebre de relaciones con el centralismo de Buenos Aires. Finalmente, en el plano interno, el vínculo entre Buenos Aires y el resto de las provincias que participaban del Congreso estaba marcado por las tensiones en función de los diferentes intereses sobre el modo de organizar el nuevo gobierno.

El espíritu de la proclama se inscribe en el mandato que la mayoría de las provincias había otorgado a sus representantes en el Congreso: investir a las Provincias Unidas del "alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli". Quedaba expresamente rechazada toda fórmula intermedia que habilitara algún tipo de protectorado. Se trató, pues, de una fuerte manifestación por declarar la independencia absoluta de las Provincias Unidas respecto a la Corona Española y "de toda otra dominación extranjera", según la fórmula agregada días después en la proclama.

El acta se dio a conocer en español, en quechua y en aymará. Este gesto debe ser leído en clave política respecto de cuáles eran los pueblos que el Congreso interpelaba y aspiraba a representar y sumar al proyecto independentista. La declaración de la independencia resultó una decisión audaz, en un contexto delicado, que tuvo ecos en otros países del continente. Esa decisión hizo historia y la voluntad de autogobierno demostrada en mayo de 1810 devino, en 1816, en un proyecto político independiente.

Martín Miguel de Güemes

La acción colectiva que acompañó el proceso de las luchas independentistas generó nuevas expectativas entre las clases populares y un contexto más favorable para plantear sus demandas, así como también mayor apertura para pensar la libertad y la igualdad. En ese contexto, pequeños propietarios, arrendatarios y gran cantidad de gauchos se unieron para resistir a los realistas bajo el mando de Martín Miguel de Güemes. Con escasos recursos, el caudillo libró una constante guerra defensiva, ayudado por otros caudillos como Luis Burela, José Apolinario Saravia, José Ignacio Gorriti o Pablo Latorre. En una larga serie de enfrentamientos, casi diarios, con sucesivos tiroteos seguidos de retiradas, las fuerzas de Güemes, poco disciplinadas y mal equipadas pero apoyadas por la población, hicieron mucho daño al ejército regular de invasión.

Al iniciar las sesiones del Congreso de Tucumán, Juan Martín de Pueyrredón, el Director Supremo, ordenó que el ejército del Norte se retirara hasta Tucumán y la defensa quedara a cargo de Güemes. Para esto dispone ascenderlo al grado de coronel mayor. San Martín apoyó la decisión, confirmó los valores militares y el carisma de Güemes, y le confió la custodia de la frontera Norte. En aquel tiempo escribió: "Los gauchos de Salta solos están haciendo al enemigo una guerra de recursos tan terrible que lo han obligado a desprenderse de una división con el solo objeto de extraer mulas y ganado".

Güemes (1785-1821) nació y fue criado en el seno de una familia acomodada. Hizo una carrera militar y tuvo un rol decisivo para frenar el avance español en el norte y consolidar definitivamente la independencia. Está considerado héroe nacional y protagonista de la gesta conocida como la "guerra gaucha". Murió el 17 de junio de 1821 en la Cañada de la Horqueta. El 22 de julio sus gauchos, liderados por el coronel José Antonio Fernández Cornejo, derrotaron a "Barbarucho" Valdés y expulsaron para siempre a los españoles de Salta.

En ocasión de los doscientos años de la independencia, el 17 de junio fue incorporado como feriado al calendario oficial en conmemoración de su figura.

Propuestas de actividades

Actividades para trabajar en el aula

  • 1. En primer lugar sugerimos observar el afiche con los estudiantes y pensar ¿Qué ven allí? ¿Qué les resulta conocido y qué no? ¿Qué objeto, texto o frase les llaman la atención y por qué? ¿Por qué creen que están presentes en un afiche sobre el 9 de julio? Proponemos seleccionar uno de estos objetos y redactar un breve texto, a partir de la propia búsqueda de información, que permita ampliar la descripción de los epígrafes, y explicar qué relación tiene con la independencia.

  • 2. Sugerimos que los estudiantes propongan tres nuevos objetos para incorporar al afiche y que expliquen los motivos de su elección, porqué tienen que ver con la Independencia. Los objetos pueden ser, tanto del contexto de la independencia como de otro momento de la historia argentina. Una vez elegidos, proponemos que escriban un breve epígrafe similar a los incluidos en el afiche.

  • 3. La frase destacada del afiche dice: “La educación es hoy el nombre de la Independencia”. Proponemos que los estudiantes escriban un breve texto donde puedan reflexionar sobre la relación que puede establecerse entre la educación y la independencia. En este punto, puede resultar enriquecedor incorporar alguno de los otros conceptos desarrollados (emancipación, igualdad, lo común o interculturalidad).

  • 4. Proponemos que los estudiantes armen una línea de tiempo donde destaquen los hechos más significativos ocurridos entre 1810 y 1816. Luego de ello, sugerimos (i) que expliquen cuál es la relación que puede establecerse entre la Revolución de Mayo y la Declaración de la Independencia; (ii) que analicen de qué modo aparecen reinterpretados estos acontecimientos en los murales de Lola Mora y que previamente busquen información sobre cómo los hizo, ya que la escultora, por ejemplo, se tomó la “licencia” de incluir a Julio A. Roca entre los congresales porque era su amigo y mecenas. ¿Quiénes aparecen en las esculturas y en qué espacios? ¿Por qué uno se da en una plaza pública y otro en el ámbito de un Congreso? ¿Qué diferencias creen que hay entre uno y otro espacio? ¿Qué diferencias encuentran entre un friso y el otro?

  • 5. Sugerimos que los estudiantes investiguen la biografía de alguno de los congresales y que expliquen a través de ella cómo era el contexto histórico donde tuvo lugar la declaración de la independencia.

  • 6. Uno de los objetos del afiche es un mapa de las Provincias Unidas hacia 1814. Proponemos que los estudiantes investiguen cuál es la historia política de su provincia y bajo qué condiciones fue incorporándose al mapa nacional.

  • 7. Proponemos que los estudiantes lean el acta de la Declaración de la Independencia, que pueden encontrar al final de este cuadernillo, y que respondan las siguientes preguntas:

    • ¿Qué provincias enviaron representantes y cuáles no y por qué?

    • Mientras San Martín preparaba en Cuyo al Ejército que cruzaría Los Andes, se mostraba impaciente para que el Congreso proclamara la Independencia. En una carta que le envía a Tomás Godoy Cruz, el congresal de Cuyo, le escribía: "¿Hasta cuándo esperamos para declarar la Independencia? ¿No le parece a usted una cosa bien ridícula acuñar moneda, tener el pabellón y cucarda nacional, y por último hacer la guerra al Soberano de quien en el día se cree dependemos? (…) Veamos claro, mi amigo, si no se hace, el Congreso es nulo en todas sus partes, porque reasumiendo este la Soberanía, es una usurpación que se hace al que se cree verdadero, es decir a Fernandito". ¿Por qué San Martín estaba inquieto? ¿Qué les resulta llamativo de este fragmento y por qué?

    • ¿Por qué en su primera versión la Declaración decía que se declaraba la Independencia absoluta respecto de la Corona Española y a los pocos días se sumó la frase y "de toda otra dominación extranjera"?

    • ¿Por qué la proclama se publicó también en aymará y quechua?

ACTA


DE LA DECLARACION DE INDEPENDENCIA ARGENTINA
9 de julio de 1816

EN la benemérita y muy digna ciudad de San Miguel de Tucumán a nueve días del mes de julio de mil ochocientos diez y seis, terminada la sesión ordinaria, el Congreso de la Provincias Unidas continuó sus anteriores discusiones sobre el grande, augusto, y sagrado objeto de la independencia de los pueblos que lo forman. Era universal, constante y decidido el clamor del territorio entero por su emancipación solemne del poder despótico de los reyes de España. Los representantes, sin embargo, consagraron a tan arduo asunto toda la profundidad de sus talentos, la rectitud de sus intenciones e interés que demanda la sanción de la suerte suya, la de los pueblos representados y la de toda la posteridad. A su término fueron preguntados si querían que las provincias de la Unión fuesen una nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli. Aclamaron primero, llenos del santo ardor de la justicia, y uno a uno reiteraron sucesivamente su unánime voto por la independencia del país, fijando en su virtud la determinación siguiente:

NOS los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en Congreso General, invocando al Eterno que preside al universo, en el nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia, que regla nuestros votos, declaramos solemnemente a la faz de la tierra que, es voluntad unánime e indudable de estas provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli. Quedan en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas y cada una de ellas así lo publican, declaran y ratifican, comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad, bajo el seguro y garantía de sus vidas, haberes y fama. Comuníquese a quienes corresponda para su publicación, y en obsequio del respeto que se debe a la naciones, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración.”

”Dada en la sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del congreso y refrendada por nuestros diputados secretarios.

  • Francisco Narciso de Laprida,
    presidente.
  • Mariano Boedo,
    vice-presidente, diputado por Salta.
  • Dr. Antonio Sáenz,
    diputado por Buenos Aires.
  • Dr. José Darregueyra,
    diputado por Buenos Aires.
  • Dr. Fray Cayetano José Rodríguez,
    diputado por Buenos Aires.
  • Dr. Pedro Medrano,
    diputado por Buenos Aires.
  • Dr. Manuel Antonio Acevedo,
    diputado por Catamarca.
  • Dr. José Ignacio de Gorriti,
    diputado por Salta.
  • Dr. José Andrés Pacheco Melo,
    diputado por Chichas.
  • Dr. Teodoro Sánchez de Bustamante,
    diputado por la ciudad y territorio de Jujuy.
  • Eduardo Pérez Bulnes,
    diputado por Córdoba.
  • Tomás Godoy Cruz,
    diputado por Mendoza.
  • Dr. Pedro Miguel Aráoz,
    diputado por la capital del Tucumán.
  • Dr. Esteban Agustín Gazcón,
    diputado por Buenos Aires.
  • Pedro Francisco de Uriarte,
    diputado por Santiago del Estero.
  • Pedro León Gallo,
    diputado por Santiago del Estero.
  • Pedro Ignacio Ribera,
    diputado de Mizque.
  • Dr. Mariano Sánchez de Loria,
    diputado por Charcas.
  • Dr. José Severo Malabia,
    diputado por Charcas.
  • Dr. Pedro Ignacio de Castro Barros,
    diputado por La Rioja.
  • L. Jerónimo Salguero de Cabrera,
    diputado por Córdoba.
  • Dr. José Colombres,
    diputado por Catamarca.
  • Dr. José Ignacio Thames,
    diputado por Tucumán.
  • Fr. Justo Sta. María de Oro,
    diputado por San Juan.
  • José Antonio Cabrera,
    diputado por Córdoba.
  • Dr. Juan Agustín Maza,
    diputado por Mendoza.
  • Tomás Manuel de Anchorena,
    diputado de Buenos Aires.
  • José Mariano Serrano,
    diputado por Charcas, Secretario.
  • Juan José Paso,
    diputado por Buenos Aires, Secretario”.