Dentro del diseño de políticas públicas, la posibilidad de generar piezas normativas de alto orden de prelación como son las leyes nacionales, puede significar un punto de partida, una actualización o finalización de una actividad, la normalización o regulación de lo ya plasmado, entre otros objetivos a alcanzar.
En el caso de la Ley 26917, se permite no solo poner en valor lo ya realizado durante tantos años en materia de desarrollo de bibliotecas escolares en los establecimientos educativos de gestión pública o privada, sino dar jerarquía al acceso a la lectura y el conocimiento desde espacios ambientados y organizados adecuadamente con responsables formados profesionalmente, constituyendo éstas acciones sistémicas enmarcadas en redes jurisdiccionales que converjan en un Sistema Nacional, junto a las otras unidades de información que también son abarcadas.
Generalmente las leyes se las conoce cuando salen publicadas en el Boletín Oficial, luego de su promulgación, cuando producen opinión en los medios de comunicación en su camino hacia la sanción o cuando generan grandes debates en las Comisiones de ambas Cámaras por las cuales tienen que transitar.
Pero los caminos no son simples para llegar a un destino exitoso. Se necesita de paciencia, de convicción, de acompañamiento de las autoridades e interesados y así como del conocimiento de tiempos, reglamentos y costumbres que son parte del escenario de debate y gestión legislativa de un congreso.
Es interesante como se plasman las ideas que se ensamblan para lograr volcar la concreción de los objetivos deseados en un lenguaje formal, ideas que tienen que tomar la forma rectangular de los artículos, que se van devanando uno a uno, a través de verbos precisos, con la lógica de la letra que llega a un final resolutorio.
Entrelíneas vive el espíritu que provoca la acción. Es una letra que debe ser hecha explícita, que debe contar con fundamentación y documentación sólida para que se vaya aprobando en su paso por las comisiones que sean pertinentes. Especialmente si debe pasar por las áreas de presupuesto y hacienda, donde las contiendas son más duras.
Puede entrar al poder legislativo por varias modalidades, pero una vez adentro del Congreso, la pasión de quienes la gestionan, el respaldo de autoridades e interesados, el estudio y la aprobación de los asesores de las comisiones, los dictámenes favorables, la precisión de quienes obtienen las firmas, la celeridad del pasaje de una comisión a otra, la vuelta atrás por modificaciones, puede dar origen a un guión singular lleno de suspenso, emoción y adrenalina. Guión que es enriquecido por los debates dentro de las reuniones de asesores, donde los interesados en el nacimiento de la ley pueden también participar, y por las palabras mismas, que luego quedan grabadas en la historia parlamentaria, de los diputados y senadores, tanto en las mismas comisiones como en las sesiones, en donde se va aprobando su futuro.
El tiempo de gestión legislativa en el congreso no es eterno, tiene vencimiento. Por ello el estado de alerta de la tramitación se nutre de mucha gente amable que trabaja en las comisiones y aporta la fecha precisa en que la ley puede dar otro paso crucial, como si también se tratara de esos juegos de mesa con tableros donde los casilleros en donde se detiene la marcha tiene flecha de siga adelante, espere o vuelva hacia atrás.
Se hacen miles de llamados, se escriben mails a los representantes, especialmente si las leyes tienen territorialidad federal. Se concretan entrevistas y se diseñan estrategias complementarias, por si la ley o parte de la misma encuentra dificultad en su aprobación o comprensión.
No solo el cálculo del tiempo de gestión es importante, sino también factores como la espera del quórum necesario para conformar la comisión y dar dictamen, o para que se pueda sancionar en una sesión determinada, produciendo la situación sensaciones vertiginosas, porque a veces es la última fecha factible en el calendario anual, quizás la extraordinaria, y puede ser la chance positiva o la que obligue a recorrer todo el sendero legislativo desde un principio, en otra oportunidad.
Los momentos finales son movilizadores, la ley es sancionada con la aprobación de ambas cámaras y debe volver a la cámara de senadores para obtener su número y posterior envío al área de trámites parlamentarios del Congreso para prepararla para su promulgación. El proyecto sancionado original debe contar con las iniciales de los presidentes y secretarios de cada comisión donde hubiere sido aprobada. Los tiempos de espera son más cortos pero más precisos, y la gestión más sofisticada y minuciosa.
La ley por primera vez sale del palacio legislativo, atraviesa veredas y calles, y llega a la Secretaría Legal y Técnica de la Presidencia de la Nación para su vestimenta final.
Muchas veces vuelve a circular por la ciudad con sello de trámite urgente hacia los organismos que serán órganos de aplicación, para comprobar que no hay objeciones desde las distintas áreas involucradas hacia posibles cambios o modificaciones que se hayan efectuado en debates o dictámenes, y concretadas en ese texto que ya posee identidad y número.
Aquí el tiempo es inexorable. La ley debe volver por articulado constitucional a Presidencia 48 horas antes de la fecha indicada para su promulgación, sin objeciones y firmada con amplia convicción por el ministro de la cartera que al comienzo dio luz verde para su tramitación inicial.
La Secretaria Legal y Técnica debe redactar el decreto y enviarlo a la firma del Jefe de Gabinete de Ministros. La máxima autoridad nacional rubrica su firma y el decreto de promulgación nace con número y fecha, y se publica en el Boletín Oficial.
Ley 26917-Decreto 30/ del 9de enero del 2014. Firmas : Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el Jefe de Gabinete de Ministros Jorge Capitanich y el Ministro de Educación Alberto Sileoni.
La gestión colectiva ha sido fructífera. Los artículos de la ley se abren paso hacia su difusión, implementación y cumplimiento.