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La BNM tiene una larga y rica historia. Presidentes, directores, bibliotecarios, docentes y usuarios conforman una trama que se fue tejiendo hace más de un siglo, de forma a veces silenciosa  pero siempre producto de un trabajo conjunto ininterrumpido y sólido. Compartir fragmentos de esa historia- a través de la sección “¿Sabías que…?”- es el objetivo de los  relatos que se presentarán a continuación.

¿Sabías que…?

La BNM se fundó durante la presidencia de Sarmiento en el año 1870  y se llamaba Oficina de Biblioteca y Reparto de Libros. Pero es recién en 1888 que se abre al público, con el nombre de Biblioteca Pública de Maestros, tal como su nombre lo indica, una biblioteca pedagógica destinada a los maestros.

Al principio la Biblioteca contaba con dos empleados: un bibliotecario –que posteriormente sería el Director- y un auxiliar. La BNM permanecía abierta de 7 de la tarde a 11 de la noche, mientras que los sábados el horario era de 11 de la mañana a 4 de la tarde.

Las estadísticas en cuanto al  caudal bibliográfico y la concurrencia de los lectores de esa época son contradictorias e inciertas.

Es recién en 1906, cuando asume  la dirección el Dr. Amador Lucero, que la institución empieza a organizarse de acuerdo a reglas bibliotecológicas: se realiza el primer inventario completo del fondo bibliográfico y se cataloga el material existente.
Gracias a esa organización se cuenta con estadísticas y cifras confiables de esa época: la BNM contaba en total  con un patrimonio total de 17.234 volúmenes.

El Dr. Cubero, médico pediatra oriundo de San Juan,  lo relata de este modo:

“Hubo que hacerlo todo, desde la competencia de los empleados, sin excluir la del director; pero no vale la pena referir las dificultades, si se puede mostrar la obra, casi concluida, ya que, por su índole, este trabajo no se termina nunca, mientras haya movimiento en la biblioteca. Arreglarla, inventariarla y catalogarla no es sino poner al día la  tarea incesante, tendiente al propósito  esencial de que, en un momento dado, con la fecha del último asiento de los numerosos registros, sea posible constatar el resumen de cada uno y la puntual correspondencia de los números, que en todo están relacionados.
Así, mediante este mecanismo para él invisible, el concurrente recibe el libro que solicita, en pocos minutos, en el tiempo preciso, para buscar una ficha en un rimero alfabético y extraer el volumen de la ubicación, en ella indicada..”

Eugenia Viña

Fuente bibliográfica:

Rivero, Nicolás Augusto; Historia de la Biblioteca Nacional de Maestros: Argentina; Ministerio de Educación y Justicia; 1984

 

 

 

 

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