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La Biblioteca Nacional de Maestros ya ha integrado a sus espacios digitales un Banco de imágenes, que está formado por imágenes digitalizadas de libros que pertenecen a sus colecciones históricas o su Tesoro. El material se encuentra disponible en la página web de la BNM para su uso áulico o para su utilización en otras actividades de investigación siempre que se mencione el origen de su procedencia. Para su mejor difusión, hemos decidido informar mensualmente de las nuevas incorporaciones.

En esta oportunidad se incorporó una serie de imágenes correspondientes al libro: Accesorios de la moda: encajes, abanicos, guantes, bastones, paraguas, joyas  de Max von Boehn. El mismo forma parte de una curiosa colección llamada Historia de la cultura en miniatura. El escritor para su obra partió de un estudio preliminar realizado por el Marqués de Lozoya, y la misma se ilustró con 293 grabados y 16 láminas de color. Entre sus páginas el lector descubre las pequeñeces que han acompañado siempre a la moda como atributos característicos.

Señora con paraguas, bastón de lluvia. Publicado en la Revista del Lujo y de la Moda de Bertuch en junio de 1791.

Con el paso del tiempo la moda varía las estéticas y toma diversos ribetes, por ejemplo la mujer se ha masculinizado y una mano con la piel curtida o quemada por el sol era algo desagradable, que hablaba del nivel social y que respondía a cánones de belleza donde la palidez era el último grito de la moda. Hoy el bronceado habla de una persona interesante o por lo menos es símbolo y garantía de buena salud (sin llegar a casos extremos).

Sombrillas y paraguas son dos adminículos hermanos, aunque es la sombrilla el más viejo dado que nace unos 2000 años antes. Es originaria de Oriente, cuyo clima hace  imprescindible resguardarse del sol. En un principio fue símbolo de poder y dignidad, y las personas de la clase alta de las sociedades no las llevaban ellas mismas, para ello contaban con un fiel servidor.

Una de las referencias sobre las sombrillas la brinda Kālidāsa, un poeta y dramaturgo hindú, su obra más famosa es el drama en sánscrito Shakuntalá y está considerada como una de las obras maestras de la literatura india. En el texto comenta que en la quinta encarnación Visnú (dios hindú) asciende de los infiernos con una sombrilla en la mano; del mismo modo que en las procesiones los brahmanes acompañaban el carro de Visnú empuñando sombrillas de costosas telas, adornadas con perlas y piedras preciosas.

Señora con sombrilla. Publicado en la Revista del Lujo y de la Moda de Bertuch en junio de 1787.

En la Grecia clásica se usaron las sombrillas para resguardar las ofrendas que los fieles llevaban a Atenea, Ceres, Poseidón y otras divinidades; se usaron también durantes las fiestas dionisíacas. Aristófanes en su obra Los caballeros, en un diálogo Agorácrito le dice a Demos: “Tus orejas se pusieron tensas como una sombrilla y se volvieron a cerrar.” El mismo poeta, por boca de Tesmoforias, alaba al coro de mujeres por no haber abandonado sus sombrillas, de la misma manera que los hombres no abandonaron sus escudos.

La sombrilla de la mujer romana no ofrece gran diferencia respecto de la griega. Según Plinio, se servían de hojas de palmera con armazón de cañas de bambú.

El quitasol, al igual que el abanico y el guante, fue incorporado  por la Iglesia a los ornamentos litúrgicos, y así se salvó para la cultura medieval. El Clero lo uso como símbolo de poder y prestigio, de la misma manera que en Oriente se reservó para la clase noble.

Vernet. Incroyable. 1813.

El célebre impresor y helenista del siglo XVI (1531-1598), Enrique Estienne, escribe en sus diálogos: “Hablando de banderas, ¿habéis visto el objeto que llevan o hacen llevar los nobles españoles e italianos cuando salen al campo y que usan tanto contra los mosquitos cuanto para protegerse de los rayos del sol? Se sostiene por medio de un bastón, y está hecho de tal manera, que ocupa poco lugar, cuando está plegado; tan pronto como se le necesita, se abre con rapidez, y puede cubrir de tres a cuatro personas.”

Por otra parte, Montaigne, durante el viaje que hizo por Italia en 1580, observó que las señoras de Lucca llevaban siempre en la mano una sombrilla cuyas ventajas no alcanzaba a ver el filósofo francés. En el tercer libro de sus “Ensayos” hace observar que “las sombrillas de que se sirven en Italia desde los tiempos romanos dejan el brazo más cansado que protegida la cabeza.”

Mujeres con paraguas plegables junto a su cara. Croquis de modas de la Revista Fliegenden Blattern 1856.

El filósofo inglés Locke, en su visita a Francia en 1675, comentó: “Las sombrillas son unos objetos pequeños, de manejo muy sencillo, utilizados por las señoras para protegerse de los ardores del sol.”

A partir del siglo XVIII se identificó la fabricación de paraguas, consiguiéndose que las sombrillas y los paraguas, meras curiosidades a principios del siglo, constituyeran un detalle indispensable en el guardarropa de ambos sexos.

Hacia el año 1710 se dice que vivió en París un tal Mario, inventor del paraguas plegable, el cual podía ser enfundado y llevado en el bolso. Mientras que en 1736 Nehring en su Diccionario Histórico Político escribió: “En los países cálidos se hace uso de las sombrillas para defenderse del sol, pero en Francia y Alemania las llevan las mujeres para protegerse de la lluvia, y por ello se les da el nombre de paraguas.”

“Tournure paraplure“. Mujer con miriñaque y paraguas. De la Revista Fliegenden Blättern. 1886.

Los paraguas se vendían en Paría de casa en casa y se pregonaban por la calle. Su costo en el año 1754 oscilaba entre quince y veintidós francos.

En el siglo XIX la fabricación del paraguas construyó una rama de la industria, que buscó la forma de disminuir el peso del producto. El éxito decisivo lo consiguió un pobre obrero londinense llamado Samuel Fox, que tuvo la feliz idea de reemplazar la pesada armazón de ballenas por aros de acero.

La sombrilla como todo lo que entra en el  mundo de la moda ha sufrido muchos cambios. En el 1700 era muy pequeña. En 1881 aparecen por primera vez las sombrillas rojas como el fuego, que la moda impresionista acoge entusiastamente. En el 1900 la sombrilla no es tan común, dado que se ponen de moda los cutis quemados y tostados, por lo cual no se aprecian tanto los cutis de leche y rosados.

Muchacha de Miesbach, 1875.

El paraguas fue ganando terreno y supo ser explotado por los periódicos satíricos. Se lo mejoró en forma constante y sigue siendo un referente de la moda. Con el transcurrir del tiempo las palabras de Fausto se escuchan menos, pero sin dudarlo alguna vez han escuchado alguna frase similar a: “Hermosa señorita, puedo ofrecerle mi brazo y compañía” cuando la lluvia imprevista sorprendía a alguna bella dama, como le sucedió a Fausto junto a Margarita.

Fuentes consultadas:

– Boehn, Max von e Juan de Contreras y López de Ayala Lozoya. Accesorios de la moda: encajes, abanicos, guantes, bastones, paraguas, joyas. Barcelona: Salvat, 1944. Disponible en la Biblioteca Nacional de Maestros.

– Aristófanes. Obras completas. Buenos Aires: El Ateneo, 1954. Disponible en la Biblioteca Nacional de Maestros.

– Aristófanes. Comedias ;: Los acarnienses ; Los caballeros. Madrid: Gredos, 2000.Disponible en la Biblioteca Nacional de Maestros.

– Montaigne, Michel de Ensayos completos. Buenos Aires: Ediciones Orbis, 1984. Disponible en la Biblioteca Nacional de Maestros.

– Montaigne, Michel de e Constantino Román y Salamero. Ensayos de Montaigne: seguidos de todas sus cartas conocidas hasta el día. París: Casa Editorial Garnier Hermanos, 1912. Disponible en la Biblioteca Nacional de Maestros.

– Goethe, Johann Wolfgang von. Fausto. El Fausto. Barcelona: Dirección y Administración, [19-?]. Disponible en la Biblioteca Nacional de Maestros.

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