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Abrecartas

La Biblioteca Nacional de Maestros resguarda en sus salas libros y objetos, tesoros materiales que devienen simbólicos, de un gran valor histórico y pedagógico.

Junto con la colección de sus libros, Leopoldo Lugones legó a la Biblioteca Nacional de Maestros una serie de objetos personales. Un tintero, un sillón de lectura con atril, su máquina de escribir, un abrecartas.

Más allá del aspecto conmemorativo que las pertenencias de un personaje célebre concitan, en la memorabilia lugoniana se vislumbra el oficio cotidiano del bibliotecario y el intelectual. Es fácil imaginar el sencillo abrecartas de marfil, con puño de cuero en el que se imprimen las iniciales del escritor, sobre su mesa de trabajo acompañando la tarea diaria.

Este tipo de utensilios ya habían alcanzado en las primeras décadas del siglo veinte una larga tradición suntuaria. Lugones, sin embargo, se inclina por una pieza austera que lo representa mejor y que será la herramienta para destripar los sobres o acondicionar los libros intonsos que le enviaba amigos, colegas y admiradores de la talla de Macedonio, Girondo, Borges, Mariátegui o Ezequiel Martínez Estrada.

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