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Inspirada por las melodías y canciones con que su padre irlandés educó su talento musical con mano propia en el piano, seguramente meciéndose con las rimas sajonas infantiles arcaicas tan llenas de fantasía y personificación, María Elena Walsh nutrió su prolifera imaginación que se desató en maravillosos personajes y en un pensamiento crítico.

Comprometida con la democracia de su país y la fuerte convicción de que la lengua materna debía ser enriquecida desde pequeños con profusión de vocablos multisonantes, nos legó una producción literaria precoz que abarcó distintos géneros para varias generaciones que cantaron sus versos y leyeron sus cuentos, lo hicieron así con sus hijos y a su vez ellos con sus nietos, produjeron sus obras en escuelas y teatros y polemizaron con los ensayos y artículos de su pluma mordaz.

Hoy la despedimos desde nuestra biblioteca y la recordaremos en las visitas guiadas de las escuelas que nos acompañen en el transcurso de este año.

Personalmente la evoco con tantas noches de arrope, lectura y canto para mis hijas, ya mujeres, cuyos hijos me piden a veces que les cante “La pájara pinta”, “Osías el osito en mameluco”, “El Jacarandá” y “El Reino del Revés”, canciones favoritas de aquellos tiempos.

Graciela Perrone
Directora de la Biblioteca Nacional de Maestros

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