Ya a la mañana,
comenzaron a ingresar. Sin prisa pero sin pausa, muchas caras
que nos sonreían. Algunas, denotaban cansancio de un viaje
que había durado toda la noche, otras, las presiones de
un viaje en micro o tren desde el conurbano. Muchas conocidas
de años anteriores con las que compartíamos un sincero
abrazo, otras nuevas que por primera vez se asomaban a esa marea
de sillas apegadas que inundaban el Galpón. Las manos de
algunos compañeros no paraban de entregar bolsas, las de
los responsables de algunas editoriales su material y libros,
y al final de esa caminata de bienvenida, un café para
iniciar un largo día.
Es
difícil (y demasiado largo) relatar las distintas emociones,
reflexiones, acuerdos, desacuerdos, que se fueron dando en torno
a las distintas palabras de quienes ocuparon el escenario. Una
conjunción de textos con aportes en los que se imbricaba
lo pedagógico con lo político, lo estratégico
con la experiencia próxima y posible, lo vivencial de cada
sujeto con las miradas colectivas, las narrativas desde la exclusión
en un castellano con perfume francés, el recorrido por
Latinoamérica con aroma a café, el argumento y la
síntesis, la crítica y el debate. Todo, vitalmente
puesto en nuestra preocupación: las bibliotecas como escenarios
para crecer, conocer y crear.
Los
talleres aportaron un espacio particularmente enriquecido con
las búsquedas e inquietudes de todos: talleristas y asistentes.
En ellos se comentó, escuchó, leyó, cortó
y armó, analizó, sorprendió, aprendió,
intercambió, disfrutó… El conocimiento construido
colectivamente fue su resultado y el placer de participar, su
sentido.
Un
final con debate, en el que la nueva Ley de Educación estuvo
en palabras del Ministro Daniel Filmus y se argumentó,
se clarificó, se identificaron logros y deudas pendientes.
Fue valioso.
Las
palabras finales de nuestra escritora invitada fueron un bálsamo
al vértigo y la puesta de la emoción, allí
sobre la mesa.
Ya
todo terminaba. La entrega ruidosa y complicada de algunos certificados
se daba mientras los números del sorteo con los libros
donados se unían a los destinos de quienes allí
estaban: Campana, Junín, Córdoba, entre tantas.
Y
sólo quedaba ya la despedida con un simple gracias, que
resultaba tan fuerte para todos nosotros. En realidad eran mil
doscientos gracias que queríamos dar a cada uno de los
que nos habían acompañado.
Ya
el espacio vacío, los pies cansados, las sonrisas y abrazos
por todo lo que habíamos vivido… y ya las preguntas
para el año próximo: ¿si hacemos videoconferencias
en simultáneo para todo el interior para que los bibliotecarios
de los lugares más lejanos puedan estar presentes?
Ahora,
a seguir trabajando por las bibliotecas y los bibliotecarios,
en éste, nuestro sueño compartido.