“Durante miles de años,
los seres humanos han impreso dibujos
con superficies talladas de diversas
maneras, y a partir de los siglos
VII y VIII chinos, coreanos y japoneses
imprimían textos primero
con bloques de madera tallados en
relieve. Sin embargo, el avance
decisivo en la historia de la imprenta
fue la invención de la impresión
tipográfica alfabética
en la Europa del siglo XV. La escritura
alfabética había dividido
la palabra en los equivalentes espaciales
de las unidades fonéticas
(en principio, aunque las letras
nunca funcionaron como indicadores
enteramente fonéticos). Sin
embargo las letras utilizadas en
la escritura no existen antes del
texto en el cual aparecen. Con la
impresión tipográfica
alfabética, las cosas cambian.
Las palabras se componen de unidades
(tipos) que existen como tales antes
que las palabras a las que darán
forma. La impresión sugiere,
mucho más de lo que jamás
lo hizo la escritura, que las palabras
son cosas.
Al igual que el alfabeto, la impresión
tipográfica alfabética
fue una invención única.
Los chinos conocían el tipo
movible, pero no tenían alfabeto,
sólo caracteres básicamente
pictográficos. Antes de mediados
del siglo XV los coreanos y turcos
uigures tenían ya alfabeto
y utilizaban tipos movibles, pero
éstos no llevaban letras
separadas sino palabras enteras.
La impresión tipográfica
alfabética, en la cual cada
letra era vaciada en un pedazo separado
de metal, o tipo, constituyó
un adelanto psicológico de
la mayor importancia. Marcó
profundamente la palabra misma en
el proceso de manufactura y la convirtió
en una especie de mercancía”(...)
“Pese a las conjeturas de
muchos (...) fue la impresión,
no la escritura, la que de hecho
reificó la palabra y, con
ella, la actividad intelectual”
(Ong,
1993:117-118)
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