El gran desafío que se propusieron aquellas pioneras fue la instauración de un aparato escolar, organizado y centralizado con la meta de aplicar en la sociedad, en forma concreta, sus ideas sobre la educación.

 

Estas tareas fueron realizadas por mujeres que tenían un riguroso conocimiento de los valores que debían inculcar en la escuela con el claro objetivo de formar individuos con membresía plena en la sociedad. Aunque las condiciones de participación política eran limitadas en aquel entonces, los ciudadanos recibieron de las educadoras pautas y valores que obraron a favor de su integración normativa y fueron la columna principal en la divulgación de saberes y oficios que ayudaron al desarrollo de una incipiente clase trabajadora.

 

La lista de las mujeres que representaron estos valores es interminable, pero podemos citar algunas que han quedado, por diferentes circunstancias, en la memoria escolar: Emma Nicolay de Caprile, Rosario Vera Peñaloza,Olga Cossettini, Clotilde Guillén de Rezzano, Martha Salotti, Alicia Moreau de Justo, Raquel Camaña, Ernestina López de Nelson, Luz Vieira Méndez, Celia Ortiz de mOntoya, Julia Bustos, Herminia Brumana, y la lista continúa.

 

La docencia era una actividad eminentemente masculina hasta que se produjo la apertura de instituciones encargadas de la formación de docentes, a las que las mujeres accedieron masivamente. De esa manera, se operó una notoria transformación de dichos ámbitos educativos. La presencia de figuras locales más el aporte de mujeres inmigrantes provenientes de Europa y del norte de América, dotó de ideas renovadoras a las prácticas pedagógicas.