Boletín electrónico Año 3 No 24
Diciembre 2005
ISSN 1667-8370
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Biblioteca Nacional de Maestros
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HALLAZGOS EN LA BNM
 
¿Será posible?

“... no es mi intención hacer una promesa que no sabría cumplir. Yo no afirmo que esta educación exista; trato de indagar si existe y lo que puede ser. No la considero como un hecho que sólo hubiera que analizar o describir, sino como un problema que se trata de plantear y de precisar sus términos...”

 

 

Hoy presentamos “La educación del carácter” escrito por L. Douglas y publicado por Daniel Jorro Editor en Madrid, en 1921.

Eso llamado carácter

“... o consideramos el carácter como un ideal moral tan elevado que se hace inaccesible y se aleja y desinteresa tanto más cuanto es reconocido y juzgado como tal, o lo ponemos al alcance de todos (...) buscando su imagen en los más pequeños ejemplos...”
 

Ni puro ideal ni simple característica individual, el carácter es como la salud, un estado normal que se desarrolla en condiciones de manera diferente en condiciones diferentes, pero que tiene “leyes” fundamentales.

Educar el carácter entonces es posible si se piensa que no es una disposición dada sino una construcción, “cambios metódicamente perseguidos e inteligentemente logrados” cuando el individuo se juzga y se critica a sí mismo pudiéndose imaginar y concebir otro.

La cuestión de la educación

“¿Hay y puede haber una educación del carácter? Esto es lo que conviene discutir primero, pero en vano se hará si no se pone cuidado en definir educación y carácter y en averiguar en qué sentido se aplica una a la otra”
 

Los avances de la psicología sólo han alcanzado a plantear el problema, de ninguna manera a resolverlo.

Tampoco ayuda a abordarlo una definición genérica de educación, aquella que sólo considera la suma de influencias, cualesquiera sea el sentido en que se ejerzan, sino una serie convergente de estímulos, felices, reputados, voluntariamente ejercidos y aceptados, una dirección éticamente valiosa.

La hipótesis de la modificabilidad

“Cuando se pone en duda la educabilidad del hombre, se acostumbra a invocar la fatalidad de su naturaleza física, que domina a su naturaleza moral”

Es cierto que el hombre – y por qué no la mujer – tienen una “naturaleza”, pero que puede se sorprendentemente transformada, contrariada por causas exteriores, mutando de natural a adquirido, descartando su condición orgánica y destacando el impacto de las impresiones, sobre todo que aquellas que actúan conjuntamente y hacia un fin.

La intervención de la educación formal

“La educación del carácter es esencialmente la obra de la voluntad personal y tiene por objeto la formación de esta misma voluntad”

La educación privada o pública, la familia o la escuela interviene en los caminos hacia la emancipación y hacia el desenvolvimiento de una vida interior y personal, considerando que el carácter no es un “estado” sino un “progreso”, un ideal que se agranda a medida que se realiza, el individuo con sus pasiones, sus opiniones, sus ideales, sus flaquezas.

Este libro puede consultarse en la Sala Americana SA 40 2 12.

 
 
Por Ana Diamant