Boletín electrónico Año 3 No 16
Abril 2005
ISSN 1667-8370
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Biblioteca Nacional de Maestros
Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología
 
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NOVEDADES
 
Acto Día Mundial del Libro y el Derecho de Autor

Cuando nos involucramos en alguna construcción institucional nacional que con devoción y esfuerzo, tratamos que perdure y se desarrolle en nuestro país, buceamos en el pasado para rastrear sus orígenes y nos asombramos muchas veces con las poderosas e innovadoras fuerzas desde donde han surgido. Esa impronta fundacional es la que ha preservado las esencias. A pesar de las fracturas e intervalos que nuestra historia ha sabido concebir, encontramos fibras resistentes para volver a tejer las nuevas versiones que se suceden. El libro argentino pertenece a esa raza de instituciones y hoy está nuevamente consolidándose después de 300 años de historia..

Las primeras ediciones de libros en lo que después va a ser territorio argentino se llevaron a cabo a partir del año 1700 en las misiones jesuíticas, situadas en la actual provincia de Misiones. Cuenta Félix de Ugarteche en su obra La imprenta argentina que, setenta años después de haber solicitado la congregación que se le concediera una imprenta, los padres misioneros Bautista Neumann y José Serrano, con la colaboración de artesanos guaraníes, construyeron la prensa y fundieron los tipos de la que fue la primera imprenta argentina. La primera obra impresa, en el mismo año de 1700, fue un Martirologio romano.

La segunda imprenta establecida en el país fue la del Colegio de Monserrat y también corresponde a la acción de los jesuitas. La imprenta había sido pedida a España en 1764 por el rector de la Universidad de Córdoba pero finalmente se destinó al colegio.

Por último, la tercera de las grandes imprentas del período colonial fue la de los Niños Expósitos. La fundación de esta imprenta corresponde a una iniciativa del virrey Vértiz de 1780 y va a mantenerse activa hasta 1825. En nuestra biblioteca conservamos cerca de 20 obras pertenecientes a las distintas épocas del establecimiento. Desde publicaciones periódicas como La gazeta de Buenos Ayres o El censor o textos de gramática o álgebra destinados a la enseñanza.

A partir de las ediciones fundacionales ya citadas, la biblioteca da testimonio de los vaivenes de la sociedad argentina a lo largo de las décadas. Tras la edición chilena de las obras de Sarmiento, vislumbramos las guerras civiles del siglo diecinueve. Las ediciones francesas de la generación del ochenta, suponen tanto una impronta intelectual como una incipiente prosperidad económica. El predominio del modernismo entre las modas literarias se adivina en las ediciones de M. Gleizer o de Babel (Biblioteca Argentina de Buenas Ediciones Literarias) de las obras de Leopoldo Lugones. El voluntarismo difusor de las ediciones de Tor o Claridad sugieren el crecimiento de las ideas socialistas. La excelencia de la universidad pública es fácil de imaginar revisando las ediciones de Eudeba de la década del sesenta.

Esta breve y caprichosa lista, a la que cualquier usuario de nuestra biblioteca podría añadir nombres de obras y editoriales, nos permite reconstruir una suerte de itinerario del pensamiento en la Argentina. En cada libro podemos inferir no sólo las condiciones de su producción material sino también, las condiciones económicas, las preocupaciones intelectuales, el ambiente cultural. El libro argentino es una institución que refleja claramente las otras instituciones de su época.

La historia de la educación argentina también puede ser contada por los libros– textos pedagógicos nacionales o traídos especialmente al país con la finalidad de ser utilizados para enseñar, producidos para ello o utilizados en esa dirección por su contenido.

En una concepción amplia de texto pedagógico, se incluyen no sólo libros pensados para facilitar el aprendizaje, sino también otros de amplia cobertura temática, reflejo de la cultura universal, productos exquisitos que reflejan una concepción de época en las artes y las ciencias y que se atesoran en las colecciones con que reviven otros tiempos, nuestros investigadores y docentes.

El aproximarnos a la temática del libro argentino-desde muchas aristas disciplinares- sin duda nos ha atraído como una fuerza magnética hacia las bibliotecas, hacia las instituciones que los preservan y les dan valor en el tiempo, hacia estos espacios en que las piezas y las colecciones guardadas dan sentido a la futura producción de conocimiento desde los autores y su posterior concepción gráfica o digital desde la editorial.

Las bibliotecas argentinas que están resurgiendo, también deben buscar en el pasado su impronta fundacional, Moreno- Sarmiento, mas están rezagadas en su desarrollo y prosperidad con respecto a su socio natural, que es el libro.

Libradas al esfuerzo y el liderazgo de cada institución, las bibliotecas argentinas están creciendo desde la asociación de voluntades y la conformación de redes humanas que van sumando puntos para concebir una gestión de la información y el conocimiento moderna y apropiada para ciudadanos que deben formarse para interactuar en multi-escenarios de carácter global.

No existe en la Argentina un sistema nacional de información, no hay más ley federal que la referida a las bibliotecas populares, sólo algunas jurisdicciones conservan legislaciones sin remozar y es incipiente la normativa municipal al respecto. Se carece de una comisión ad-hoc que dé consenso a la acción rectora de nuestras grandes bibliotecas –las tres aquí presentes- para generar políticas públicas que aseguren el acceso moderno a la información y el conocimiento para todos los ciudadanos. Políticas públicas que deberían también jerarquizar el estatus de estas instituciones en sus ámbitos públicos respectivos, asegurar su modernización y desarrollo con fondos suficientes y constantes, y dotarlas de profesionales idóneos para brindar servicios y productos de máxima calidad.

Cuando la mayoría de los países en otros continentes cuenta ya con redes de bibliotecas conectadas a través de catálogos estandardizados que a su vez conversan con otras bibliotecas domésticas o extranjeras, cuando en otros países se funden las bibliotecas nacionales en bibliotecas comunitarias virtuales que manejan interfaces para más de 50 lenguas- como es el caso de la European Library, cuando otras tierras se atreven a fusionar, como la Biblioteca Nacional de Canadá con el archivo nacional de ese mismo país, para que el ciudadano tenga el patrimonio histórico e intelectual de su nación consolidado en una sola pantalla de búsqueda, todavía nosotros-como algunos otros países de la región, trabajamos en grandes kioscos independientes-muchos con sucursales en el interior-, difundimos pequeñas anécdotas que son acciones que deberían ser corrientes, anónimas y normales, con grandes campañas mediáticas, y nos prometemos construir las guías rectoras para la política nacional de información cada vez que nos encontramos por algún motivo circunstancial o en una charla de café. Es más, todavía tenemos pendiente la construcción de nuestra bibliografía nacional, que hoy en día no exigiría ni mayor esfuerzo ni un gran presupuesto si ya estuviéramos homogeneizados en la producción de nuestras bases de datos.

El crecimiento y modernización de las instituciones bibliotecarias en serio y respetando los estándares que se han fijado a través de los documentos de organismos internacionales como la UNESCO o IFLA debe estar regida por el consenso y el trabajo político y técnico mancomunado desde nuestras bibliotecas rectoras-que recién se han abierto paso hacia la modernidad en esta última década. La optimización de nuestro capital intelectual y de los fondos bibliográficos respectivos solidificados en acciones comunes sin duplicación daría seguramente un impulso cuántico hacia el desarrollo de un sistema nacional que aglutinaría los distintos tipos de unidades de información a lo largo y a lo ancho de nuestro territorio y redes de redes ya existentes como Reciaria.

El desarrollo de una política bibliotecaria nacional potenciaría el desarrollo del libro argentino-sea éste producido en nuestro país sin discriminar la nacionalidad del autor-o aquellos editados en el exterior escritos por autores argentinos. Pensemos en la conservación -como dijimos- en la preservación del pensamiento que va quedando plasmado en cada página nacional por cada generación, y ahora también hay que incluir los formatos multimediales y digitales. Pensemos en el desarrollo y crecimiento de las colecciones actualizadas en las distintas unidades de información a través de adquisiciones constantes planificadas por sus profesionales movilizados por los objetivos de su misión o las demandas de sus usuarios, pensemos en las 40 redes que alberga Reciaria con más de 400 participantes, las 3000 bibliotecas populares, las redes de bibliotecas universitarias publicas y privadas y las 40 000 bibliotecas escolares y especializadas que están creciendo en el sistema educativo nacional. Si ellas pudieran dar el paso al frente, en sus salas de lectura se abrirían los libros argentinos por los ojos curiosos de manos sin discriminaciones y flamearían en sus catálogos virtuales, vidrieras de lujo en los anaqueles globales de las autopistas de la información.

El Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología está aportando escenarios apropiados y acciones tendientes a volver a jerarquizar el rol del libro argentino en la escuela, en la práctica diaria de la lectura desde alumnos y docentes por igual, en el uso del libro como pieza física irremplazable para los sentidos y el aprendizaje, evitando la monotonía gris de la fotocopia y cambiándola por el colorido caleidoscopio de lomos de colores que pueblan los estantes de las bibliotecas de las escuelas, institutos de formación docente y las universidades, fomentando al mismo tiempo la producción de conocimiento y creación literaria y científica nacional plasmadas en piezas forjadas por las editoriales.

Por un lado, están las Campañas Nacionales de Lectura y el Plan Nacional de Lectura, y las adquisiciones de millones de volúmenes para comenzar a poblar las bibliotecas de las escuelas, y libros de textos para que los chicos sientan la importancia de transformarse en los dueños y cuidadores de un libro por primera vez.

Por otro, la Biblioteca Nacional de Maestros, además de estar construyendo la bibliografía nacional sobre educación y generando escenarios de lectura y consulta in situ y virtuales para los docentes del país, está llevando a cabo el Proyecto BERA, (Bibliotecas Escolares y Especializadas de la Republica Argentina), proyecto que se refiere al desarrollo de sistemas jurisdiccionales de las bibliotecas dentro de todos los niveles de sus sistemas educativos incluyendo los técnicos y terciarios.

Esto incluye la informatización de estas unidades con el software Aguapey, la capacitación de sus responsables como facilitadores pedagógicos de la información, la optimización de sus espacios, la construcción de redes y consorcios, la transferencia de tecnología organizacional y la promoción de la lectura desescolarizada. Es decir, la construcción de los espacios y los cuidados para albergar a libros argentinos. La BNM también se conforma como unidad de catalogación centralizada desde donde las bibliotecas copian en forma remota los registros de calidad que cuentan los catálogos de la biblioteca de Sarmiento y de Lugones, con políticas públicas de información para la comunidad docente. Las acciones pactadas en convenios marcos entre jurisdicciones y la nación ya han dado muchos frutos: como ejemplo podemos mencionar los 1000 cargos de bibliotecarios escolares que estrenará la Prov. de Buenos Aires o los 50 que ya ha puesto en marcha la provincia de Chubut.

No podemos hablar de la prosperidad del libro argentino sin hablar de la prosperidad de nuestras bibliotecas. De las bibliotecas que no tienen ni suficientes bibliotecarios detrás de sus mostradores, ni libros actualizados en sus estantes, ni las condiciones de climatización ambiental para los usuarios ni para sus libros, ni la seguridad para sus fondos, ni fondos para las acciones fundamentales.

Podrá haber auge en las compras domésticas individuales y en las cifras de exportaciones, podrá haber carpetas rojas y verdes en las ferias de libros, podrán mejorarse las condiciones de producción y las reglas de juego impositivas para la industria editorial, pero sin una política nacional de información y un desarrollo moderno y sostenido de las bibliotecas argentinas, el libro argentino, no sólo no podrá preservar su historia para que otros futuros visionarios buceen en los mares de sus páginas, sino que dejará miles de metros lineales de estantes in-situ y virtuales sin poblar.

Una acción conjunta de la esfera pública, las editoriales y los profesionales de la información será la que asegure un futuro brillante al libro argentino y a las bibliotecas en conjunto, como socios inseparables capaces de forjar un sólido capital intelectual argentino que nos distinga como nación.

 
El público asistente al foro "El Libro argentino y su problemática actual".
Hugo Gracia Secretario de la Cámara Argentina del Libro, Lic. Ana María Peruchena Presidenta de ABGRA, Prof. Graciela Bar Senadora Nacional, Lic. Graciela Perrone Directora Biblioteca Nacional de Maestros, Dra. Graciela Peiretti Directora de la Dirección de Derechos de Autor y Carlos Pazos Presidente de la Fundación el Libro
 
Por Graciela Perrone