Boletín electrónico Año 3 No 14
Febrero 2004
ISSN 1667-8370
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Biblioteca Nacional de Maestros
Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología
 
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HALLAZGOS EN LA BNM
 
Aquellos temas importantes...

¿Qué decir de los recursos didácticos? ¿Y de la forma de abordarlos?

Hoy presentamos "Las tardes de la granja o Las lecciones del padre", un texto de mediados del 1800.

“Con la entrada del invierno terminaron las reuniones de nuestra familia bajo el emparrado. Por otra parte, los hijos de Palemón ya no necesitaban más lecciones de virtud y moral que las que les había prodigado su buen padre.

Eran hombres sensatos y reflexivos y Palemón recogía el fruto de la educación que les había dado. (...) Los había instruido con ejemplos y con sumo placer veía en todos ellos inequívocas pruebas de respeto filial, de amor fraterno y de todas las virtudes sociales.
Dos años sólo habían producido en la familia maravillosos efectos.
(...)

Todos cuantos participaron de la diversión de las tardes continuaron siendo amigos de Palemón y de sus hijos que siempre vivieron exentos de los males que el hombre insensato se proporciona a sí mismo gracias a la buena educación...”

(Conclusión de la obra, pag. 412)
 
 

Un marco de contexto

En los comienzos del 1800, entre prosa y copla, Don Palemón instruía a sus hijos varones y a los amigos de sus hijos, por las tardes, en el patio de la casa.
El motivo era conversar, aleccionarlos sobre temas importantes para la vida, sobre todo para el futuro.

¿Porqué sólo a varones?

¿Habrá tenido todos hijos varones?

¿Serían los varones los únicos merecedores de semejante instrucción?

No lo sabemos.

En algunas láminas aparecen niñas. De pie, como espectadoras distantes.

¿No sería necesario para ellas, para su vida y para el futuro acceder a esas enseñanzas?

No lo sabemos.

Lo que sí sabemos es que cada uno de los varones se casó con una buena mujer, y todas ellas fueron buenas esposas y buenas madres.

Seguramente, como la niña que escucha parada o como su propia mujer, también testigo de las tertulias.

También conocemos que cada uno de ellos se destacó, sea a través del estudio o del trabajo y que resultaron buenos herederos tanto de las tierras que Palemón había trabajado hasta muy viejo como de las que les legaron sus respectivos suegros.

 
 
 

Los temas de conversación y la forma de la transmisión

Fueron 52 tardes.

Y cada una dedicada a un tema específico.

Por el patio circularon con continuidad argumental el trabajo y la beneficencia, el amor propio y la amistad, la ingratitud y el desinterés, el talento y la presunción, la codicia y el agradecimiento, la probidad y el orgullo, el ejemplo y la imprevisión... todos tendientes a subrayar la idea de que “cuantos esfuerzos, cuantos sacrificios hiciéreis, quedarán ampliamente recompensados sí lográis inspirar en el corazón de vuestros hijos el amor a la virtud. Presentadles con claridad todos sus atractivos, para que por si mismos la busquen y la sigan como el único recurso que ha de facilitarles la paz del alma, única felicidad que puede disfrutarse en la tierra”.

Todas las tardes – lección, con la misma estructura: una copla, una reflexión conversada con el auditorio, una historia aleccionadora, una conclusión generosa.
Todos los recursos de conversación hechos texto escrito están apoyados con ilustraciones.

 
 

Por ejemplo, la amistad

“En pleno día y llevando
encendida su linterna,
la amistad sencilla y tierna,
iba al cínico buscando.

Y de este modo probando
esta terrible verdad:
que es tan raro una amistad
hallar desinteresada,
como encontrar hermanada
la luz con la oscuridad.”

 

Parece ser que el día anterior y hablando del amor propio, dos hermanos – León y Benito – llegaron al extremo de golpearse, por lo que debieron pasar la noche encerrados en un cuarto oscuro y comer solos, sin la compañía de padres y demás hermanos dejándolos “que sufran el justo castigo que habían merecido” hasta el encuentro de la tarde siguiente.
Pasaron una mala noche

También fue mala la de Palemón que se había visto obligado a imponerles el castigo.
El reencuentro fue con lágrimas, por lo que el padre consideró que la falta ya estaba expiada.

“apresurémonos a poner en libertad a nuestros presos; sentémonos con ellos a la hora acostumbrada en el bosquecillo...”

No fueron necesarios los comentarios. Sólo abrió sus brazos y los estrechó.
Ahora se trataba de abordar - ¿compensar?- una historia divertida mientras su mujer, siempre expectante empezaba a hilar.

Dos amigos se habían jurado amistad tierna. Eran de la misma clase, por fortuna, por costumbre, por inclinaciones.

Se habían jurado respaldo para siempre. Si uno tenía necesidades, sólo con hacérselas saber al otro estarían resueltas.

Pero... siempre hay un pero.

Uno era presuntuoso y con deseos de sobresalir. Le tocó en desgracia quedar huérfano muy joven.

Un tío rico se haría cargo de él, pero vivía lejos.

Los amigos tuvieron que separarse pero siguieron escribiéndose.

El otro era abnegado y estudioso. También a él le tocó desgracia. Su padre viejo y enfermo estaba casi arruinado.

No dudó de pasar de estudiante a labrador, de libro a azada, de vestidos de lujo a rústicos.

Los esfuerzos no fueron suficientes y cuando su padre murió, superado por las deudas perdió todo, casa terreno, herramientas.

¿Dónde ir?

Recordó el pacto hecho con su amigo de infancia, de quien hacía ya un tiempo que no tenía noticias.

No dudó. Con su pequeña hermana, de sólo 10 años, partió en su búsqueda.

Llegó al paraje donde vivía su amigo. Empezó a preguntar a pobladores por su residencia. Sólo escuchó malas noticias: que efectivamente había heredado una gran fortuna, que la dilapidaba entre juego y mujeres públicas, que se rodeaba de hombres malvados, que era capaz de cometer toda injusticia.

El viejo y fiel amigo decidió no dar crédito a lo que escuchaba – serían habladurías envidiosas - y buscarlo igualmente.

Llegó a un gran palacio. Porteros, lacayos, ayudantes de cámara no hicieron oídos a su pedido de llegar hasta el señor. Lo despreciaron, lo maltrataron, no lograron disuadir al “... pobre rusticazo demasiado ignorante...” para entenderlos.

Mientras seguía esperando, en el paraje alguien había cometido un crimen pasional. Un hombre había matado al marido de su amante. Y le atribuían responsabilidad al esperado amigo.

Dedujo que era finalmente era “el responsable de aquella escena abominable”.

Igualmente quería verlo. “¡Se amaban tanto en otro tiempo!”

No quería volverse sin respuesta, sea cual fuere.

En ese momento Palemón suspendió la tertulia.

A los muchachos les quedaba sacar las conclusiones.

Regresaron a la tarde siguiente.

El tema ya era otro

 
 
El efecto de las enseñanzas

Pasaron dos años de conversaciones.

Los muchachos crecieron.

Armando había viajado a estudiar matemáticas a París. Obtuvo una cátedra y se casó. Julio siguió el oficio de su padre y se hizo el mejor agricultor de la comarca. Cuando se casó, sumó las tierras de su suegro a las que ya había heredado.

Benito también partió a París donde prosperó con sus dibujos. Se casó e hizo buenos negocios.

León resultó exitoso en el comercio y en la escritura. Se casó y tuvo muchos hijos.
Nada sabemos de las mujeres.

Pero suponemos que ellos y también ellas fueron buena gente debido a la “docilidad con que habían recibido sus lecciones”

Haber transitado por los litigios, el coquetismo, los celos, la paciencia, el fanatismo, la felicidad mundana en las enseñanzas del padre a quien se “propusieron tomar por ejemplo si alguna vez se veían en tales circunstancias, aunque huyendo siempre de misterios y más aún, de juramentos innecesarios”

 

Este texto puede consultarse en la Sala Americana (SS 41 – 7)

 

Por Ana Diamant