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Boletín
electrónico Año 3 No 14 |
Febrero
2004 |
ISSN
1667-8370 |
Pizzurno
953 (C1020ACA) 4129-1272 |
Línea
gratuita: 0800-666 6293 |
Biblioteca
Nacional de Maestros |
Ministerio
de Educación, Ciencia y Tecnología |
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http://www.bnm.me.gov.ar |
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HALLAZGOS
EN LA BNM |
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Aquellos temas importantes... |
¿Qué
decir de los recursos didácticos? ¿Y de la forma de
abordarlos? |
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Hoy presentamos
"Las tardes de la granja o Las lecciones del padre",
un texto de mediados del 1800.
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“Con
la entrada del invierno terminaron las reuniones de nuestra familia
bajo el emparrado. Por otra parte, los hijos de Palemón
ya no necesitaban más lecciones de virtud y moral que las
que les había prodigado su buen padre.
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Eran hombres
sensatos y reflexivos y Palemón recogía el fruto
de la educación que les había dado. (...) Los había
instruido con ejemplos y con sumo placer veía en todos
ellos inequívocas pruebas de respeto filial, de amor fraterno
y de todas las virtudes sociales.
Dos años sólo habían producido en la familia
maravillosos efectos.
(...)
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Todos cuantos
participaron de la diversión de las tardes continuaron
siendo amigos de Palemón y de sus hijos que siempre vivieron
exentos de los males que el hombre insensato se proporciona a
sí mismo gracias a la buena educación...”
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(Conclusión
de la obra, pag. 412) |
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Un
marco de contexto |
En los comienzos
del 1800, entre prosa y copla, Don Palemón instruía
a sus hijos varones y a los amigos de sus hijos, por las tardes,
en el patio de la casa.
El motivo era conversar, aleccionarlos sobre temas importantes
para la vida, sobre todo para el futuro.
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¿Porqué
sólo a varones?
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¿Habrá
tenido todos hijos varones?
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¿Serían
los varones los únicos merecedores de semejante instrucción?
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No lo sabemos.
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En algunas
láminas aparecen niñas. De pie, como espectadoras
distantes.
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¿No
sería necesario para ellas, para su vida y para el futuro
acceder a esas enseñanzas?
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No lo sabemos.
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Lo que sí
sabemos es que cada uno de los varones se casó con una
buena mujer, y todas ellas fueron buenas esposas y buenas madres.
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Seguramente,
como la niña que escucha parada o como su propia mujer,
también testigo de las tertulias.
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También
conocemos que cada uno de ellos se destacó, sea a través
del estudio o del trabajo y que resultaron buenos herederos tanto
de las tierras que Palemón había trabajado hasta
muy viejo como de las que les legaron sus respectivos suegros.
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Los
temas de conversación y la forma de la transmisión |
Fueron 52
tardes.
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Y cada una
dedicada a un tema específico.
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Por el patio
circularon con continuidad argumental el trabajo y la beneficencia,
el amor propio y la amistad, la ingratitud y el desinterés,
el talento y la presunción, la codicia y el agradecimiento,
la probidad y el orgullo, el ejemplo y la imprevisión...
todos tendientes a subrayar la idea de que “cuantos esfuerzos,
cuantos sacrificios hiciéreis, quedarán ampliamente
recompensados sí lográis inspirar en el corazón
de vuestros hijos el amor a la virtud. Presentadles con claridad
todos sus atractivos, para que por si mismos la busquen y la sigan
como el único recurso que ha de facilitarles la paz del
alma, única felicidad que puede disfrutarse en la tierra”.
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Todas las
tardes – lección, con la misma estructura: una copla,
una reflexión conversada con el auditorio, una historia
aleccionadora, una conclusión generosa.
Todos los recursos de conversación hechos texto escrito
están apoyados con ilustraciones.
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Por
ejemplo, la amistad |
“En
pleno día y llevando
encendida su linterna,
la amistad sencilla y tierna,
iba al cínico buscando.
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Y de este
modo probando
esta terrible verdad:
que es tan raro una amistad
hallar desinteresada,
como encontrar hermanada
la luz con la oscuridad.”
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Parece ser
que el día anterior y hablando del amor propio, dos hermanos
– León y Benito – llegaron al extremo de golpearse,
por lo que debieron pasar la noche encerrados en un cuarto oscuro
y comer solos, sin la compañía de padres y demás
hermanos dejándolos “que sufran el justo castigo
que habían merecido” hasta el encuentro de la tarde
siguiente.
Pasaron una mala noche
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También
fue mala la de Palemón que se había visto obligado
a imponerles el castigo.
El reencuentro fue con lágrimas, por lo que el padre consideró
que la falta ya estaba expiada.
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“apresurémonos
a poner en libertad a nuestros presos; sentémonos con ellos
a la hora acostumbrada en el bosquecillo...”
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No fueron
necesarios los comentarios. Sólo abrió sus brazos
y los estrechó.
Ahora se trataba de abordar - ¿compensar?- una historia
divertida mientras su mujer, siempre expectante empezaba a hilar.
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Dos amigos
se habían jurado amistad tierna. Eran de la misma clase,
por fortuna, por costumbre, por inclinaciones.
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Se habían
jurado respaldo para siempre. Si uno tenía necesidades,
sólo con hacérselas saber al otro estarían
resueltas.
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Pero... siempre
hay un pero.
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Uno era presuntuoso
y con deseos de sobresalir. Le tocó en desgracia quedar
huérfano muy joven.
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Un tío
rico se haría cargo de él, pero vivía lejos.
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Los amigos
tuvieron que separarse pero siguieron escribiéndose.
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El otro era
abnegado y estudioso. También a él le tocó
desgracia. Su padre viejo y enfermo estaba casi arruinado.
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No dudó
de pasar de estudiante a labrador, de libro a azada, de vestidos
de lujo a rústicos.
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Los esfuerzos
no fueron suficientes y cuando su padre murió, superado
por las deudas perdió todo, casa terreno, herramientas.
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¿Dónde
ir?
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Recordó
el pacto hecho con su amigo de infancia, de quien hacía
ya un tiempo que no tenía noticias.
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No dudó.
Con su pequeña hermana, de sólo 10 años,
partió en su búsqueda.
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Llegó
al paraje donde vivía su amigo. Empezó a preguntar
a pobladores por su residencia. Sólo escuchó malas
noticias: que efectivamente había heredado una gran fortuna,
que la dilapidaba entre juego y mujeres públicas, que se
rodeaba de hombres malvados, que era capaz de cometer toda injusticia.
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El viejo y
fiel amigo decidió no dar crédito a lo que escuchaba
– serían habladurías envidiosas - y buscarlo
igualmente.
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Llegó
a un gran palacio. Porteros, lacayos, ayudantes de cámara
no hicieron oídos a su pedido de llegar hasta el señor.
Lo despreciaron, lo maltrataron, no lograron disuadir al “...
pobre rusticazo demasiado ignorante...” para entenderlos.
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Mientras seguía
esperando, en el paraje alguien había cometido un crimen
pasional. Un hombre había matado al marido de su amante.
Y le atribuían responsabilidad al esperado amigo.
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Dedujo que
era finalmente era “el responsable de aquella escena abominable”.
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Igualmente
quería verlo. “¡Se amaban tanto en otro tiempo!”
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No quería
volverse sin respuesta, sea cual fuere.
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En ese momento
Palemón suspendió la tertulia.
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A los muchachos
les quedaba sacar las conclusiones.
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Regresaron
a la tarde siguiente.
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El tema ya
era otro
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El
efecto de las enseñanzas |
Pasaron dos
años de conversaciones.
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Los muchachos
crecieron.
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Armando había
viajado a estudiar matemáticas a París. Obtuvo una
cátedra y se casó. Julio siguió el oficio
de su padre y se hizo el mejor agricultor de la comarca. Cuando
se casó, sumó las tierras de su suegro a las que
ya había heredado.
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Benito también
partió a París donde prosperó con sus dibujos.
Se casó e hizo buenos negocios.
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León
resultó exitoso en el comercio y en la escritura. Se casó
y tuvo muchos hijos.
Nada sabemos de las mujeres.
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Pero suponemos
que ellos y también ellas fueron buena gente debido a la
“docilidad con que habían recibido sus lecciones”
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Haber transitado
por los litigios, el coquetismo, los celos, la paciencia, el fanatismo,
la felicidad mundana en las enseñanzas del padre a quien
se “propusieron tomar por ejemplo si alguna vez se veían
en tales circunstancias, aunque huyendo siempre de misterios y
más aún, de juramentos innecesarios”
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Este texto
puede consultarse en la Sala Americana (SS 41 – 7)
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Por
Ana Diamant |
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