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Boletín
electrónico Año 2 No 10 |
Septiembre
2004 |
ISSN
1667-8370 |
Pizzurno
953 (C1020ACA) 4129-1272 |
Línea
gratuita: 0800-666 6293 |
Biblioteca
Nacional de Maestros |
Ministerio
de Educación, Ciencia y Tecnología |
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http://www.bnm.me.gov.ar |
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BIBLIOTECOLOGIA |
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¡FELIZ
DIA! |
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A pocos meses
de la instauración del primer gobierno patrio, la Junta
de Gobierno de Buenos Aires resuelve la fundación de la
Biblioteca Pública de Buenos Aires. El 13 de septiembre
de 1810 se anuncia la resolución a través de un
artículo aparecido en la Gazeta de Buenos Aires, escrito
por su director Mariano Moreno.
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En el año
1954, por decreto nº 17650/54, el presidente Juan D. Perón,
establece como “Día del Bibliotecario” el 13
de septiembre de cada año “como homenaje a los meritorios
servidores de las bibliotecas públicas de todo el país”
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Transcribimos
a continuación el artículo “Educación”.
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“Los
pueblos compran a precio muy subido la gloria de las armas, y
la sangre de los ciudadanos no es el único sacrificio que
acompaña los triunfos: asustadas las Musas con el horror
de los combates huyen a regiones más tranquilas, e insensibles
los hombres a todo lo que no sea desolación y estrépito,
descuidan aquellos establecimientos que en tiempos felices se
fundaron para cultivo de las ciencias y de las artes. Si el Magistrado
no empeña su poder y su celo en precaver el funesto término
a que progresivamente conduce tan peligroso estado, a la dulzura
de las costumbres sucede la ferocidad de un pueblo bárbaro,
y la rusticidad de los hijos deshonra la memoria de las grandes
acciones de sus padres.
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Buenos
Aires se halla amenazado de tan terrible suerte; y cuatro años
de glorias han minado sordamente la ilustración y virtudes
que las produjeron. La necesidad hizo destinar provisionalmente
el Colegio de San Carlos para cuartel de tropas; los jóvenes
empezaron a gustar una libertad tanto más peligrosa cuanto
más agradable; y atraídos por el brillo de las armas
que habían producido nuestras glorias, quisieron ser militares,
antes de prepararse a ser hombres. Todos han visto con dolor destruirse
aquellos establecimientos de que únicamente podía
esperarse la educación de nuestros jóvenes, y los
buenos patriotas lamentaban en secreto el abandono del gobierno,
o más bien su política destructora, que miraba como
un mal de peligrosas consecuencias la ilustración de un
pueblo.
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La Junta
se ve reducida a la triste necesidad de crearlo todo, y aunque
las graves atenciones que la agobian no le dejan todo el tiempo
que deseara consagrar a tan importante objeto, llamará
en su socorro a los hombres sabios y patriotas, que reglando un
nuevo establecimiento de estudios, adecuado a nuestras circunstancias,
formen el plantel que produzca algún día hombres
que sean el honor y la gloria de su patria.
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Entretanto
que se organiza esta obra, cuyo progreso se irá publicando
sucesivamente, ha resuelto la Junta formar una Biblioteca Pública,
en que se facilite a los amantes de las letras un recurso seguro
para aumentar sus conocimientos. Las utilidades consiguientes
a una Biblioteca Pública son tan notorias, que sería
excusado detenernos en indicarlas. Toda casa de libros atrae a
los literatos con una fuerza irresistible, la curiosidad incita
a los que no han nacido con positiva resistencia a las letras,
y la concurrencia de los sabios con los que desean serlo produce
una manifestación recíproca de luces y conocimientos,
que se aumentan con la discusión y se afirman con el registro
de los libros, que están a mano para dirimir las disputas.
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Estas
seguras ventajas hicieron mirar en todos los tiempos las Bibliotecas
Públicas, como uno de los signos de la ilustración
de los pueblos, y el medio más seguro para su conservación
y fomento. Repútese enhorabuena un rasgo de loca vanidad
la numerosa biblioteca de Ptolomeo Filadelfo: setecientos mil
libros entre el edificio antiguo de Ptolomeo Soter, y la nueva
colección del templo de Serapis, no se destinaron tanto
á la ilustración de aquellos pueblos, cuanto a ser
una demostración magnífica del poder y sabiduría
de los reyes que los habían reunido. Así los fines
de esta numerosa colección correspondieron al espíritu
que la había dado principio; seis meses se calentaron los
baños públicos de Alejandría con los libros
que habían escapado del primer incendio ocasionado por
César, y el fuego disipó ese monumento de vanidad
de que los pueblos no habían sacado ningún provecho.
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Las naciones
verdaderamente ilustradas se propusieron, y lograron frutos muy
diferentes de sus bibliotecas públicas. Las treinta y siete
que contaba Roma en los tiempos de su mayor ilustración
eran la verdadera escuela de los conocimientos que tanto distinguieron
a aquella nación célebre, y las que son hoy día
tan comunes en los pueblos cultos de Europa son miradas como el
mejor apoyo de las luces de nuestro siglo.
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Por fortuna
tenemos libros bastantes para dar principio a una obra que crecerá
en proporción del sucesivo engrandecimiento de este pueblo.
La Junta ha resuelto fomentar este establecimiento y esperando
que los buenos patriotas propenderán a que se realice un
pensamiento de tanta utilidad, abre una suscripción patriótica
para los gastos de estantes y demás costos inevitables,
la cual se recibirá en la Secretaría de gobierno;
nombrando desde ahora por bibliotecarios al doctor don Saturnino
Segurola y al reverendo padre fray Cayetano Rodríguez,
que se han prestado gustosos a dar esta nueva prueba de su patriotismo
y amor al bien público; y nombra igualmente por protector
de dicha biblioteca al secretario de gobierno doctor don Mariano
Moreno, confiriéndole todas las facultades para presidir
a dicho establecimiento, y entender en todos los incidentes, que
ofreciese”.
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Mariano
Moreno
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(Gazeta
de Buenos Ayres, 13 de septiembre de 1810)
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Por Laura González
del Valle |
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