El gran escritor y maestro argentino Leopoldo Marechal en su novela El Banquete de Severo Arcángelo conceptualiza a los símbolos del siguiente modo:
“Hay símbolos que muerden como perros furiosos o patean como redomones, y símbolos que se abren como frutas y destilan leche y miel. Y hay símbolos que aguardan como bombas de tiempo junto a las cuales pasa uno sin desconfiar, y que revientan de súbito, pero a su hora exacta. Y hay símbolos que se nos ofrecen como trampolines flexibles, para el salto del alma voladora. Y símbolos que nos atraen con cebos de trampa y que se cierran de pronto si uno los toca, y mutilan entonces o encarcelan al incauto viandante. Y hay símbolos que nos rechazan con sus barreras de espinas, y que nos rinden al fin su higo maduro si uno se resuelve a lastimarse la mano.” (1)
Mas allá de las múltiples imágenes que nos sugiere la riqueza literaria de Marechal, lo que nos interesa destacar con esta conceptualización del escritor es la vitalidad de los símbolos. Los símbolos tienen vida, historia y movimiento. Los podemos resignificar y reapropiar. Nos configuran. Si los símbolos conforman nuestra identidad como personas, los Símbolos Nacionales configuran nuestra identidad colectiva y popular. Y el símbolo nacional más alto por excelencia es nuestra Bandera Nacional.
Con esta actividad nos proponemos – siempre a través de nuestro fondo documental histórico- aproximarnos al movimiento de la Bandera Nacional como símbolo dentro de la escuela. Ello lo haremos a partir del análisis del ritual escolar de la Jura a la Bandera durante el Centenario de la Revolución de Mayo, momento que dio origen a este acto en todas las escuelas argentinas.
Bibliografía citada
(1) Marechal, Leopoldo (1985) El banquete de Severo Arcángelo. Buenos Aires, Sudamericana. (9ª ed.)
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