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La Biblioteca Nacional de Maestros ya ha integrado a sus espacios digitales un Banco de imágenes, que está formado por imágenes digitalizadas de libros que pertenecen a sus colecciones históricas o su Tesoro. El material se encuentra disponible en la página web de la BNM para su uso áulico o para su utilización en otras actividades de investigación siempre que se mencione el origen de su procedencia. Para su mejor difusión, hemos decidido informar mensualmente de las nuevas incorporaciones.

En esta oportunidad se ha incorporado una serie de imágenes correspondientes al libro: El traje regional de España con pluma de Isabel de Palancia. La obra se vincula con las artes, la estética y la belleza a través del tiempo. Se pone la mirada en el traje popular de las distintas regiones de España como medio de expresión “de la idea original del hombre respecto de la línea, el ritmo y el color”. La vestimenta es una manifestación del hombre a partir de las prendas que elige para adornarse y a través de las cuales quedan en evidencia las facultades estéticas y armónicas de la indumentaria.

Valenciana“, copia de un cuadro por José Pinazo.

Valencia desprende luminosidad y en sus destellos deja ver influencias helénicas y árabes. Del mundo helénico heredan el concepto alegre del placer y la vida, el amor a una belleza que nunca es trágica, el arte de gozar sin preocupaciones, la filosofía, una predilección por las flores, un fuerte sentimiento de la hospitalidad entre muchas costumbre curiosas que también involucran la indumentaria.

En vísperas del día de San José se celebran las fallas, para lo cual los carpinteros realizan tablados en distintos puntos de la ciudad, sobre los cuales se colocan las efigies de un tamaño colosal, de figuras de lo más variadas que pueden estar relacionadas con cuestiones sociales incluso las políticas. Por dentro se los rellena con pólvora y otros combustibles. A estas figuras se las viste con gran lujo y al llegar la noche se las prende fuego, es así que todo se reduce a cenizas.

El baile típico de la región es la jota valenciana, que se caracteriza por la música de tamboril, dulzaina, el repiqueteo de las castañuelas y las panderetas. La peculiar indumentaria de los valencianos consiste: en el labrador, en alpargatas espardeñas, medias cortas hasta el tobillo sujetas bajo las rodillas con ligas “lligacames”. “La rodilla queda desnuda, asomando bajo los zaragüelles. Una faja de seda, camisa de hilo, un chaleco sin cuello adornado con dos líneas de botones y pañuelo de seda a la cabeza sobre el amplio sombrero de vellut (terciopelo).” Al atuendo se suele sumar la manta clásica de rayas blancas y negras rematada con borlas.

El vestido de la labradora goza de extraordinario mérito. Con tonos rosados y verde manzana el traje de la valenciana es una manifestación de buen gusto dentro del mundo de la indumentaria. “En él conviven dos fuerzas estéticas: la de la línea flexible y la del color, a tal punto, que puede decirse del traje de esta región que es, no ya una expresión ingenua del gusto, sino una ciencia, un arte acabado y perfecto.” El traje consta de: zapatos rosa, medias blancas, falda de un solo tono que también puede ser con diseño de flecos o de puntas, pequeño delantal de tul atado con un lazo primoroso atrás, corpiño rígido con diseño de flores en un todo que sea contrastante con la falda o saya, cuerpecillo con mangas anchas de farol hasta el codo y pañuelo de tul bordado con hilos de oro y lentejuelas.

El peinado es de raya al medio y rodetes a los lados, con el cabello restante se hace una trenza que se coloca por encima de unas agujas de plata con piedras y se remata con una peineta también de plata y dos peinecillos encima de los rodetes. Sobre el pecho se acostumbra usar una cruz o joya grande, y magníficos pendientes.

Traje de gala de la catalana. Traje de la catalana de buena posición; saya de rica seda, jubón de terciopelo, delantal de seda a rayas y pañuelo de seda bordado, orlado con volante de tul, collar de rica pedrería y “arracadas”.

Cataluña  se caracteriza por su gusto exquisito y señorial, ha contribuido con gran generosidad al tesoro popular de la Península. Los catalanes atesoran vivamente sus viejas costumbres, los cantos y bailes con que una generación tras otra han venido subrayando sus sentimientos y hasta los trajes de remoto origen, tan expresivos del sentir general y de su afán de lograr belleza.

Tanto en Ampurdán como en alta Cataluña la indumentaria clásica fue para los hombres el pantalón ceñido y corto, chaleco de seda o terciopelo labrado, blanca camisa de hilo, chaqueta corta de terciopelo azul o negro adornado con botones de plata y con cuello alto, faja grana o azul, alpargatas con cintas negras, calcetas blancas, polainas de paño oscuro, y en la cabeza la famosa barretina.

Las mujeres usan aún amplia saya de paño fino, jubón de terciopelo negro, delantal de seda o percal rameado. Se cubren la cabeza con una redecilla, generalmente de seda con abalorios negros y cintas de terciopelo negro labrado, formando un lazo cayendo sobre las sienes. Sobre la redecilla algunas se colocan un pañuelo de seda blanco o de colores vivos atado debajo de la barba con una simple lazada. Para ir a la Iglesia, las mujeres, llevan encima del pañuelo una capucha de tela blanca almidonada, que llega hasta el codo.

Los atuendos se lucen cuando hombres y mujeres se entregan a la sandana bailada. La música y el canto, como los graciosos movimientos de la danza armonizan con la indumentaria para generar una imagen rebosante de gracia.

La “sardana“, trajes catalanes más detallados.

En la meseta central española, se encuentra Ávila, rincón emblemático por sus maestros de la pintura moderna que encontraron nuevos motivos de inspiración, fueron ellos quienes inmortalizaron a los recios hombres y los bellos rostros de mujeres, muestras constantes de una paleta cromática fundada en la indumentaria del gusto popular.

“El traje de los avileses participa un poco del carácter del de Salamanca y aunque menos rico que éste es quizá más animado de color.” Consiste para los hombres en: un sayo de cuero o paño castaño, llamado “el coleto”, que recuerda el que llevaban los soldados en el siglo XV, atado por delante. Camisa blanca con el cuello bordado, calzas y polainas de paño oscuro, calzón corto y ajustado, de paño o terciopelo negro y rematando el conjunto un sombrero de fieltro negro con alas anchas, un poco vueltas hacia arriba a los costados. Con el paso del tiempo algunos sustituyeron el uso del coleto por el del chaleco.

La mujer viste saya o manteo en amarillo o rojo, guarnecido siempre por abajo de una cinta ancha de terciopelo negro o de color más oscuro que el manteo, que recibe el nombre de tirana; un pañuelo festoneado y bordado sobre el jubón, que suele ser de hilo blanco en verano y de paño oscuro en invierno; otro pañuelo de seda y lino color claro a la cabeza, sin atar las puntas y, encima de todo, un gracioso sombrero de paja con la copa adornada de flores, cintas, letreros y diminutos espejos o trozos de cristal.

Al cuello, una gargantilla de corales acompañada de grandes pendientes en las orejas. Las mujeres más ricas añaden a este traje un mandil de una tela llamada de “relumbrón”.

“Mujer de Avila“, copia de un cuadro de José M.ª López Mezquita.

Estas imágenes del Banco de Imágenes nos pueden motivar a buscar fotos de familiares que vinieron de España para compartir con los más chicos, trabajar en el aula con distintos temas curriculares abarcados por las ciencias sociales o inspirar diseños de indumentaria con reminiscencias regionales.

Fuentes consultadas:

– Palencia, Isabel. El traje regional de España: su importancia como expresión primitiva de los ideales estéticos del país. Madrid: Voluntad, 1926. Disponible en la Biblioteca Nacional de Maestros.

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